La bendición de los gratuitos

Nadie daba un duro por nosotros, en efecto, casi nadie pensaba que aquel proyecto tuviera futuro, pero lo cierto es

Nadie daba un duro por nosotros, en efecto, casi nadie pensaba que aquel proyecto tuviera futuro, pero lo cierto es que en estos pocos años los diarios gratuitos nos hemos convertido en uno de los principales fenómenos del sector de los medios de comunicación. Aquí y en todo el mundo occidental.

Europa es el principal escenario de la eclosión de los gratuitos (ahora, 91 cabeceras en 24 países y una tirada total de 18 millones de ejemplares diarios) y España es la punta de lanza de esa eclosión. En ningún otro país están desarrollándose con tanta pujanza y tanto éxito. Los datos del Estudio General de Medios (EGM) de julio pasado no dejan lugar a dudas: un diario gratuito (el que yo dirijo, 20 Minutos), se convirtió con sus 2.448.000 lectores de media al día en el periódico más leído de España, por encima de todos los de pago. En la tabla general le seguían el deportivo de pago Marca (2.418.000), el generalista de pago El País (1.970.000) y un segundo gratuito, Qué! (1.900.000). Otros dos gratuitos, Metro y ADN, aparecían en los lugares quinto y séptimo de la clasificación.

Cuatro gratuitos, por tanto, están entre las siete principales cabeceras, lo que no ha ocurrido en ningún otro país. Y aún hay más: la suma de tiradas de la veintena de diarios gratuitos que se editan en España (los cuatro grandes generalistas citados antes más varios deportivos y locales) suman unos 4,5 millones de ejemplares de tirada (la inmensa mayoría de ellos certificados por PGD, el sello para gratuitos de la antigua OJD), cifra superior a los aproximadamente 4 millones de ejemplares que venden de media diaria el centenar de cabeceras de pago controladas por OJD.

¿Matando a la prensa de pago?

Los gratuitos hemos sido una bendición para el sector de la comunicación. Hemos inculcado el hábito de leer prensa a una inmensa masa de población que hasta ahora no lo tenía. Hemos creado mucho empleo, más que ningún otro subsector de los media en estos años. Hemos dado una gran carga de trabajo a plantas de impresión que pasaban parte de sus noches vacías y paradas. Hemos proporcionado a los anunciantes un soporte para llegar en letra impresa a públicos masivos a los que hasta ahora sólo llegaban con mensajes muy perecederos de radio y televisión. Hemos renovado conceptos periodísticos básicos, como la independencia y la neutralidad, la interactividad con los lectores o el periodismo ciudadano hecho para el público y no para las elites. “Y estáis matando a la prensa de pago”, añadirá alguien.

No estoy de acuerdo con ese alguien. Internet y la revolución tecnológica del cambio de siglo han multiplicado tanto la oferta de información, de análisis, de participación y de entretenimiento disponibles gratuitamente para el público y están cambiando tanto el uso de su tiempo que la prensa de pago estaría abocada hoy a una crisis profunda aunque no hubieran nacido los diarios gratuitos impresos. Es el modelo de cobrar dos veces (al anunciante y al lector) por los mismos pliegos de papel el que está en crisis; el modelo de hacer diarios enormes de paginación y de textos inmensos pese a que la gente no tiene tiempo para leerlos; el modelo de invertir en promociones y no en periodismo; el modelo que ofrece prensa aburrida, convencido de que ofrece prensa seria; el que se jacta de prensa independiente pese a que es sectaria, partidaria, casi partidista