Caris(i)ma

He oído por la radio que don Mariano Rajoy, líder de la no-posición, ha propuesto reducir al mínimo la inversión

He oído por la radio que don Mariano Rajoy, líder de la no-posición, ha propuesto reducir al mínimo la inversión en propaganda para las próximas elecciones porque la ciudadanía conoce de sobra los hechos de unos y otros partidos.

Me parece una medida acertada en tiempos de tribulación y crisis económica. Sobre todo porque la propaganda –que no publicidad– política es un caso flagrante de publicidad engañosa: anuncian siempre una overpromise para que los incautos les sigan votando.

A los anuncios de los partidos políticos los comparo con la caña del pescador porque siempre ponen un cebo en el anzuelo, en el caso que nos ocupa la imagen del líder del partido, esperando que los votantes piquen arrastrados por su carisma.

En la situación de nuestra España actual donde uno de los primeros, y grave, problemas de la ciudadanía son los políticos, la medida propuesta por don Mariano tiene en esta oportunidad visos de ser un éxito popular.

Aunque tengo la impresión de podría tratarse de una proposición con efectos de bumerán, si nos atenemos al hecho de la necesidad de invertir más en publicidad cuando el producto carece de personalidad o es percibido como poco relevante y, por tanto, precisa de un esfuerzo suplementario en comunicación para dotar al producto anunciado de cualidades virtuales o, al menos, poder ser percibido por aburrimiento del personal receptor abrumado e indefenso ante el diluvio de impactos que involuntariamente debe soportar
Y es que, bien mirado, los actuales líderes de los partidos políticos españoles necesitarán en las próximas elecciones, anticipadas o no, sustituir con una inversión propagandística carísima su falta de carisma personal.