Objetos cotidianos inteligentes, envases de plástico biodegradables, conexiones aún más rápidas o el desarrollo de un motor de búsqueda de experiencias de realidad aumentada al estilo Google son algunas de las tecnologías que se avecinan en el futuro próximo.
Bioplásticos
El plástico se ha convertido en un problema grave para el medio ambiente. Cuando finaliza su vida útil, la mayor parte del plástico se incinera, se acumula en vertederos o es abandonado en el fondo de los océanos, y sólo un 15% de éste termina en una planta de reciclado, según datos del Foro Económico Mundial.
Con el objetivo de desarrollar e impulsar una economía circular del plástico, la ciencia está buscando nuevas alternativas a uno de los materiales más empleados en la industria actual. La más cercana es la de los plásticos biodegradables, polímeros que en un estado fluido pueden moldearse y que, al contrario que la versión estándar, se descomponen por la acción de un agente biológico, como una bacteria o un hongo.
La celulosa y la lignina resuenan como los materiales más prometedores para sustituir al plástico petroquímico, ya que ambos se encuentran de manera abundante en la naturaleza. La celulosa es el principal componente de las paredes celulares de las plantas, mientras que la lignina se encarga de rellenar los espacios en estas paredes, proporcionándoles fuerza y rigidez. Ya ha habido investigaciones exitosas sobre cómo extraer este último material para crear plástico biodegradable. Sin embargo, el coste y la cantidad de agua y tierra que se requiere para ello se alzan como retos a superar para el establecimiento del plástico biodegradable.
Monitorización de alimentos
Cada año, cerca de 600 millones de personas sufren alguna intoxicación alimentaria, de las cuales 420.000 fallecen a causa de ello, de acuerdo con los últimos datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Conseguir detectar a tiempo los productos tóxicos para su retirada del mercado es uno de los objetivos que persigue la tecnología blockchain, diseñada para monitorizar el camino que sigue un artículo contaminado durante la cadena de valor. Empresas de distribución como Walmart o Carrefour ya han realizado pruebas con esta tecnología, que les ha permitido rastrear un producto contaminado en cuestión de segundos.
Telepresencia colaborativa
Según datos de IDC, en 2020, la inversión destinada al desarrollo de tecnologías de Realidad Aumentada y realidad virtual superará los 22.000 millones de dólares a escala global. Un mayor número de dispositivos a un menor coste y el despliegue por parte de las compañías de telecomunicaciones de las redes 5G resultan los ingredientes principales para propulsar la llamada telepresencia colaborativa en los entornos de trabajo. Los menores tiempos de retraso que promete la conexión 5G y el desarrollo de algoritmos predictivos de Inteligencia Artificial (lA) ayudarán a percibir una comunicación fluida en una vídeollamada. E incluso, sentir lo que un avatar propio situado en un ambiente en remoto siente, gracias al desarrollo de sensores tácticos.
Metalentes
La eclosión de dispositivos móviles cada vez más pequeños requiere la miniaturización de sus componentes. Según las previsiones del Foro Económico Mundial, los productos de consumo futuros, como cámaras o dispositivos de realidad virtual, podrían contar con las llamadas metalentes.
Una metalente consta de una superficie plana más delgada que una micra, que se encuentra cubierta por un rango de objetos a nanoescala. Al golpear la luz, muchas de las propiedades de este tipo de lente varían -como la polarización, la intensidad, la fase y la dirección de la propagación-. Y resultan tan minúsculas que es posible apilarlas una encima de otra sin aumentar de forma significativa su tamaño.
El desarrollo de las microlentes impulsará en un futuro próximo la fabricación de sensores más pequeños, instalados en los dispositivos inteligentes que formen parte del ecosistema IoT.
Edge computing
Otra de las tecnologías que darán que hablar el próximo año es el conocido edge computing (computación en el borde, en español). El aumento de la capacidad de procesamiento de los dispositivos conectados, el mayor número de datos que sus sensores son capaces de recoger y la optimización de los algoritmos basados en Inteligencia Artificial (lA) han asentado las bases para que, en un futuro cercano, los dispositivos que forman el ecosistema IoT sean capaces de procesar información por sí mismos, sin necesidad de enviarla a un servidor o a una plataforma en la nube. La consultora ABI Research calcula que la industria de los chips para la computación en el borde (edge Al) crecerá hasta alcanzar los 2.600 millones de dólares en 2019 y los 7.600 millones de dólares en 2024.
ARCioud
El pasado mes de septiembre, durante la conferencia de desarrolladores Oculus Connect, el director de realidad aumentada y virtual de Facebook, Andrew Bosworth, presentó Live Maps, el próximo proyecto de la red social que se centrará en el desarrollo de mapas en 3D y que servirán para entregar información al usuario al instante cada vez que pase por un determinado lugar. Una iniciativa que se suma al resto de compañías tecnológicas, centradas en desarrollar la AR Cloud.
El término, acuñado por el fundador de la empresa de aplicaciones de realidad aumentada y realidad virtual Awe, hace referencia a una copia digital tridimensional del mundo real que permite compartir experiencias de realidad aumentada a través de múltiples usuarios y dispositivos. Una especie de motor de búsqueda que funciona en paralelo a la vida real.
Ya se han dado pasos para un futuro asentamiento. En 2018, javaScript lanzó la API WebXE, que posibilita desarrollar y cargar experiencias de realidad aumentada y virtual con un navegador. La última versión de AR Cloud, la plataforma de realidad aumentada de Apple, permite a los desarrolladores construir experiencias de R.A compartidas entre dispositivos iOS y Android. Y la reciente actualización de AR Core, la plataforma de realidad aumentada de Google, ya ofrece la posibilidad de guardar un determinado contenido en realidad virtual en una localización durante un tiempo ilimitado. La conectividad 5G y el lanzamiento de los satélites GPS III en 2023 impulsarán su desarrollo.
Almacenamiento en ADN
Según datos del Foro Económico Mundial, cada persona generará 1,7 megabytes de data cada segundo en 2020, lo que al año supondría la generación de cerca de 418 zetabytes de información, asumiendo una población global del orden de 7.800 millones de personas. Un volumen que se alza como reto para los sistemas de almacenamiento de datos magnéticos u ópticos, y para los propios centros de datos, que necesitan grandes cantidades de energía para procesar información.
El ADN se muestra como candidato a sustituir a estos sistemas, gracias a su capacidad inherente de acopiar información. Ya se han realizado pruebas de almacenamiento con el ADN de la bacteria E.Coli.
Aunque para consolidar su presencia en un futuro cercano y competir así con el almacenamiento electrónico, se necesitará que los costes de desarrollo y la velocidad de escritura del ADN se reduzcan aún más.
Texto: Redacción