Una de las máximas que todo responsable de marketing conoce es el esfuerzo extra, en términos de costes, que supone atraer a un nuevo cliente, ya sea físico (B2C) o jurídico (B2B), respecto a mantener los ya conseguidos.
Pero ese camino, el de la fidelidad, no resulta una tarea fácil. Más, teniendo en cuenta los múltiples factores que inciden en la relación marca-cliente: algunos al alcance – y control- de los departamentos de marketing; y otros fuera del ámbito de radar de las firmas.
Entre los métodos escogidos por las compañías para afianzar la relación con sus clientes, las ofertas y las promociones destacan por su popularidad. Conseguir una emoción positiva en un comprador por haberle enviado un email recordando su cumpleaños y ofrecerle, de paso, la opción de hacerse un autorregalo “descuentado”, resulta en determinadas ocasiones una estrategia acertada.
No sucede así en aquellas ocasiones en las que el cliente es una empresa y/o la relación económica entre ambos supone un mayor peso. En esos casos, la experiencia a desarrollar debe ser suficientemente grandiosa y espectacular como para lograr no solo la simpatía del agasajado. También, la memorable sensación de sentirse único y especial.
Invitación a un palco, para no olvidar
Entre esas experiencias únicas, resulta inolvidable la invitación a disfrutar desde el palco de un evento deportivo. Un momento que llama a la desconexión y a gozar de la adrenalina competitiva que surge, por ejemplo, en un torneo de golf o en un partido de tenis.
Aquí, cada detalle cuenta y participa en la historia protagonizada por el cliente. Un asiento cómodo, que llama a la relajación. Una bandeja de tentempiés, que abren el interés – además del apetito- en el área de hospitality del evento deportivo. Y el propio entusiasmo que genera cada punto alcanzado por el deportista nacional.
Es una experiencia magnética que satisface cualquier pulsión aspiracional. Tanto que descubrir que no se ha sido invitado puede provocar en el cliente una sensación de frustración, desapego o desinterés hacia la empresa. Y con ello, el riesgo de poner fin a la relación ya asentada – o a punto de asentarse-.
Apúntate esta melodía, pues sus notas componen la experiencia perfecta que quedará grabada en el top of mind del cliente y que estrechará, aún más, los lazos con la marca.