Una revolución al día… por lo menos

Quiero que sepas que tienes el poder de cambiar el mundo. Así, como lo oyes. Tienes una descomunal fuerza en

Quiero que sepas que tienes el poder de cambiar el mundo. Así, como lo oyes. Tienes una descomunal fuerza en tus manos, y quiero que juntos pensemos en cómo usarla para que tu mundo sea más parecido a como quieres que sea.

Vivimos tiempos convulsos, donde la incertidumbre nos azota y la falta de confianza hace que una tiranía financiera nos haga angustiarnos y mirar todo con recelo. Y de la misma forma que cuando se declara un incendio en un local público y cunde el pánico, montañas de gente se agolpan en la puerta de emergencia arriesgando su vida y la de los demás sin ser conscientes de ello, produciendo una gran avalancha para hacerse con los productos lowcost en un intento de mantener sus vidas pero logrando todo lo contrario: destruirlas.

Paradójico, cruel, terrible pero… evitable.

Lo primero que quiero que tengas en cuenta es que CUANDO CONSUMES, VOTAS. Cada vez que consumes un producto, favoreces directamente a quien lo fabrica, e indirectamente al contexto socioeconómico en el que está fabricado, apoyando sus políticas y sus decisiones. Cualquier régimen se apoya inevitablemente en su éxito económico, en los votos que recibe a través del mercado. Y tú, cuando consumes, votas. Todos los días, casi a todas horas, estás votando. 

Comparemos cómo y para que votas cada cuatro años: más bienestar, mejores coberturas sanitarias, menos horas laborales, no adelantar la incorporación al trabajo, ni retrasar la edad de jubilación…Votas por mejores salarios, quizá mejores condiciones, más trabajo, mayor sostenibilidad medioambiental, educación, cultura… Y, sin embargo, cuando consumes, muchas veces estás votando por todo lo contrario: jornadas laborales más largas, salarios mucho más bajos, coberturas sanitarias mínimas, retraso en la edad de jubilación durante muchos años, menos vacaciones…

Votas, así, a través de tu consumo, cada día, una y otra vez.

Yo te propongo que consumas con la libertad que lo haces ahora, pero sabiendo. Sabiendo adónde va tu voto y cómo, de esa forma, estás imponiendo una lógica de producción de grandes escalas, muy dependientes del capital y con bajas necesidades de mano de obra. Estás apoyando el despotismo tecnológico al que parecen sobrarle las personas, y fomentando la tiranía financiera al ser necesario grandes cantidades de capital para mantener siempre la competitividad por costes, con lo que nuestra ADICCIÓN AL CRÉDITO y la de los ESTADOS YONKIS DE CRÉDITO en el que vivimos no se va a curar nunca.

Consumir es probablemente el acto cívico y democrático más importante y relevante de todos los que tienes a tu alcance, y su poder no es pequeño precisamente: es enorme. Somos muchos, y a través de nuestro consumo podemos cambiar el mundo, o conservar lo que tiene de bueno. Porque para conservar algo casi siempre hay que cambiarlo.

Te invito a que leas el libro Knowcosters. Cuando el low cost es el mal.

No es mi libro: es tu libro.

Y si te convence, hazte knowcoster.

(*) Miguel Conde es presidente de BAP & Conde, knowcoster y autor del libro Knowcosters. Cuando el low cost es el mal (Netbiblo, 2012).