Empecemos este artículo por su conclusión: sí, a pesar de todo, tenemos motivos para el optimismo. Y lo más importante, estamos en condiciones de superar lo peor del año más difícil de nuestras vidas. Pero superar exige diagnosticar sin rodeos lo sucedido y sentar las bases de un porvenir más sólido, algo para lo que investigar y analizar resulta imprescindible. Aquí va una pequeña tomografía sociológica de la sociedad española tras el año Covid-19.
Empecemos por lo peor: bajo la pandemia de la Covid-19 se ha agazapado otra. Silenciosa y latente. La pandemia del miedo, la tristeza y el pesimismo. Tan extendida como invisible. Tan tentacular como colectiva. Si algo define a una pandemia es que afecta, directa o indirectamente, a todos los miembros del grupo social. Su etimología es precisa: ‘pandemia’ significa literalmente toda (pan) la sociedad (demos).
Por fortuna, en el debate público empieza a abrirse paso la necesidad de atender la salud mental de nuestras sociedades, exhaustas tras un año de alteración absoluta de la realidad. Psicólogos sociales, psiquiatras y responsables sanitarios alertan del estrés que para muchas personas (especialmente las más vulnerables) ha supuesto el aislamiento, el miedo a la enfermedad, la desolación por la pérdida de un ser querido o la preocupación por su situación económica.
En una sociedad post-industrial consumir es, en gran medida, una expresión emocional de nuestros deseos y aspiraciones. Consumir es comprar un pedazo del futuro y traerlo al presente; es hacer real una expectativa
Nuestras preocupaciones rara vez acaban en las UCIs y no hay vacuna que prevenga sus efectos, pero sin duda será la huella más perecedera del año que cambió el mundo. Hay, por tanto, que hacer frente a estos males. De nuestro estado de ánimo colectivo dependerán cuestiones fundamentales, como el mantenimiento de la cohesión social, la resistencia de las instituciones democráticas y también el consumo y la reactivación económica. Comprar no es solo una decisión racional destinada a cubrir necesidades objetivas, como previeron los primeros teóricos de la economía de mercado (con Adam Smith y David Ricardo a la cabeza). En una sociedad post-industrial consumir es, en gran medida, una expresión emocional de nuestros deseos y aspiraciones. Consumir es comprar un pedazo del futuro y traerlo al presente; es hacer real una expectativa.
Optimismo, la molécula fundamental
¿Tenemos los españoles un escudo emocional frente a todo lo que ha ocurrido? Según la encuesta de Gallup International, que Sigma Dos realiza en España, la pandemia ha reducido siete puntos nuestra felicidad. Pero tenemos una ventaja clara en términos comparativos. Y es que, a pesar de todo, los españoles somos razonablemente felices, incluso tras un año como este: en diciembre, en plena tercera ola, el 65% de nuestros conciudadanos se describía como feliz (54%) o muy feliz (11%), frente a un 7% que se siente infeliz y un 26% que dice no sentirse ni feliz ni infeliz.
La pandemia ha mejorado la imagen que tienen los españoles de la innovación (el 77% la ve como algo positivo, cuatro puntos porcentuales más que en 2019)
Estamos notablemente por encima de los países de nuestro entorno. En la Unión Europea el porcentaje de ciudadanos felices cae al 50%, y solo el 40% de los italianos reporta felicidad. Y algo similar sucede con el optimismo, la molécula fundamental a la hora de mirar al futuro y superar las dificultades: casi la mitad de los españoles (46%) empezó el 2021 creyendo que será mejor que 2020, frente al 29 % que creía que sería peor y el 23 % que pensaba que sería igual. La misma encuesta radiografiaba una saludable confianza en el avance científico que suponen vacunas: casi 7 de cada 10 españoles estaba dispuesto a vacunarse. Aunque la vacunación avanza con retrasos de suministro, España es el país de su entorno que más rápidamente está administrando las vacunas recibidas, por encima de Holanda, Francia o Alemania: algo tendrá que ver la favorable disposición de la población a inmunizarse, su confianza en la ciencia.
Capacidad de adaptación
Hay más elementos positivos que tienen que ver con nuestra capacidad para adaptarnos: lo que ahora denominamos “resiliencia”. La Covid-19 ha sido la primera pandemia de la era digital. Pues bien, la Covid-19 aceleró el año pasado la implantación del teletrabajo en España, una modalidad que, en general, satisface a quienes lo practican, según la IV Encuesta de percepción social de la innovación en España de COTEC-Sigma Dos. La encuesta, realizada a partir de 7.251 entrevistas telefónicas a finales de 2020, refleja que el 18% de la población ocupada española empleada por cuenta ajena trabajó el año pasado desde su casa dos o más jornadas laborales por semana, cuando en 2019 eran el 7%.
La pandemia ha mejorado la imagen que tienen los españoles de la innovación (el 77% la ve como algo positivo, cuatro puntos porcentuales más que en 2019). En los aspectos a mejorar, encontramos que la inmensa mayoría de los encuestados (78%) sigue pensando tras la pandemia que la inversión del país en I+D+I es insuficiente, que las leyes no favorecen la innovación (68%) o que el sistema educativo no está preparando bien a la sociedad para los retos del futuro (70%).
La pandemia nos ha golpeado mentalmente y no seremos los mismos. Pero como señala Jean Delumeau en su célebre historia del Miedo en Occidente, a la Peste Negra que asoló Europa en 1348, generando imágenes pavorosas de muerte, desolación y pobreza, sucedió una sociedad más consciente de la fragilidad humana, más preocupada por lo colectivo y más humanista, en definitiva. Aquella toma de conciencia dio lugar a la floreciente cultura del Renacimiento, situando al hombre en el centro de la cosmovisión y situando a la razón y la ciencia en un lugar privilegiado. No seremos los mismos, pero debemos aspirar a ser mejores.