En la actualidad, el etiquetado nutricional frontal es voluntario en Europa, conocido como NutriScore. Ningún país puede, por el momento, obligar a los fabricantes a proporcionar esta información en la parte delantera de los envases, aunque cientos de productos ya han empezado a utilizarlo. En cualquier caso, la intención de la Comisión Europea es avanzar hacia el etiquetado común y obligatorio en todo el territorio a partir del año 2022.
El ministro de Consumo, Alberto Garzón, ha asegurado que la implantación del etiquetado “ayudará a evitar miles de muertes al año en España”, presentándose como una herramienta válida para mejorar la calidad nutricional de la cesta de la compra y que su implantación podría reducir un 3,4% la mortalidad por enfermedades provocadas por la obesidad, como la cardíaca, diabetes o ciertos tipos de cáncer”.
Un etiquetado que llega con controversias desde diferentes sectores, al calificar, por ejemplo, el aceite de oliva virgen extra como un ingrediente ‘graso’. Garzón señaló en la comparecencia del 16 de junio en el Congreso de los Diputados, que “ningún sistema existente en el mundo es perfecto, pero NutriScore es el que mayor consenso genera”, añadiendo que “es el que cuenta con más apoyo por parte de científicos y especialistas de nutrición y de asociaciones de consumidores a nivel nacional y europeo”.
A pesar de que no es obligatorio, numerosos fabricantes y empresas ya han incluido el España de Etiquetado Frontal (FOP) NutriScore, y que “no regularlo afectaría al derecho de los consumidores”. El ministro además ha defendido el beneficio que generará a las exportaciones españolas de alimentación y bebidas, ya que “uno de cada tres euros procede de países que ya tiene implantado el etiquetado”, añadiendo que sí “la industria nacional lo incorpora, aportará una ventaja competitiva en los mercados internacionales”.
NutriScore, cómo funciona
Este etiquetado funciona como un semáforo nutricional, un sistema de clasificación de cinco letras y colores, en el que la A de color verde oscuro es la mejor opción y la E roja, la peor. La calificación positiva o negativa se realiza mediante un algoritmo que permite el cálculo en una puntuación general de la composición nutricional por cada 100 g o 100 ml. Este algoritmo valora los alimentos favorables o desfavorables desde el punto de vista de densidad calórica, azúcares, ácidos grasos saturados y sodio. Por su parte, los alimentos ‘positivos’, aquellos que contienen mayores porcentajes de proteínas, fibras, frutas y verduras.