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El mundo de la empresa, y muy en especial las tecnologías de la información, son protagonistas esenciales de ese proceso.

El mundo de la empresa, y muy en especial las tecnologías de la información, son protagonistas esenciales de ese proceso. La empresa del futuro no puede dejar de afrontar el trascendental cambio de las sociedades modernas en el último siglo: el paso de una sociedad dividida en clases irreconciliables, en la cual una gran mayoría era condenada por los poderosos a la ignorancia, a una sociedad en la que el conocimiento y la información están al alcance de todos, sustituyendo la tradicional lucha de clases por los conflictos de intereses.

Las nuevas tecnologías definen una forma de trabajar distinta, el acceso a los mercados se simplifica y los cambios en el tratamiento de la información hacen posible que el intercambio de conocimientos, productos y servicios sea rápido y transparente. La información adquiere pues una importancia vital y, más allá de una oportunidad de futuro, su adecuado desarrollo en nuestras empresas se convierte en una necesidad inapelable a la que hay que prestar atención, con vocación de continuidad, y antes de que este nuevo reto pueda afectar a nuestra competitividad. La empresa no solamente crea valor de forma interna, sino colaborando con los mejores y abriéndose al mundo de la forma más eficaz. Son las nuevas reglas del juego, de un juego que la historia nos ofrece vivir en un momento apasionante. Porque ese escenario, difícil y complicado en muchas ocasiones, es también una gran oportunidad. Nada es para siempre, y lo que no se revisa, se deteriora.

A veces nos parecerá que todo escapa de nuestro control, que en poco tiempo debemos gestionar demasiada novedad…, pero esa será la forma habitual de trabajar para el nuevo directivo. Manteniendo el equilibrio entre el humanismo y la tecnología, desaprendiendo para aprender de nuevo, cambiando la comodidad de la rutina por la necesidad de replantearlo todo de forma permanente, con optimismo, convirtiendo la vida en un misterio por descubrir y no en un problema por resolver. Ninguna idea es descabellada y cualquier sueño puede ser factible. Con crisis o sin ella.

Ese escenario sólo es asumible con el sincero convencimiento de que deben cambiar nuestras prioridades. La mayor parte del tiempo de nuestros directivos se dedica hoy a comunicar: con los clientes, con los proveedores, con el equipo, con los accionistas