Expectativas positivas las que se espera para el sector de la computación afectiva. Para 2024, se calcula que las inversiones destinadas a la implantación de tecnologías que comprendan las emociones de los usuarios alcancen los 90.000 millones de dólares. Un crecimiento del 305% respecto a 2019, movido por el objetivo atractivo que tiene para las compañías. Este es, la posibilidad de que una marca establezca una relación más humana con los usuarios.
Según define Àgata Lapedriza, profesora de los estudios de informática, multimedia y telecomunicación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), se define computación afectiva como la disciplina que estudia cómo crear máquinas que puedan reconocer e interpretar apropiadamente las emociones humanas y responder a dichas emociones. Un concepto nacido de la idea de que un sistema fuera capaz de entender y desarrollar la empatía.
Precisamente, esta tecnología es una de las que más interés despierta entre las compañías. Según datos del último estudio de MarketsandMarkets, en los próximos cinco años, las inversiones en computación afectiva pasarán de los 22.200 millones de dólares en 2019 a los 90.000 millones en 2024.
Un crecimiento del 305%, originado por el principal atractivo que ésta tecnología tiene: el hecho de construir relaciones más humanas con los consumidores y anticiparse, incluso, a sus necesidades. En palabras de David Masip, profesor de estudios de informática, multimedia y telecomunicación de la UOC, lograr que las máquinas proporcionen servicios “de una forma ubicua y natural en los quehaceres diarios”, al entender nuestro estado de ánimo.
A pesar de que todavía resulta necesario un gran impulso en disciplinas como la robótica social o la interacción humano-robot para descubrir su potencial, hoy en día es posible encontrar aplicaciones de esta nueva tecnología. Masip cita la publicidad reactiva o “la extracción de información emocional como mecanismo de retorno honesto, automatizado y constante en aplicaciones de ocio o experiencia de usuario”.
Sin embargo, para que los robots estén completamente integrados en nuestras vidas aún queda bastante camino por recorrer. «La computación afectiva aspira a ser ubicua. Necesitamos que los robots nos miren y nos entiendan de la misma forma en que los humanos nos entendemos entre nosotros. Y para esto, lamentablemente, queda aún mucho tiempo», señala Masip.