Nadie se había interesado por su academia. Como de los fracasos se aprende, él nunca lo ocultó.
Han pasado muchos años; la tecnología ha evolucionado de manera exponencial, el comercio electrónico se ha generalizado; incluso hay muchas personas que, no sólo desde el campo de los videojuegos, están acostumbradas a pagar por objetos virtuales. Y, sobre todo, muchas grandes empresas están apostando por sus propios metaversos.
Pero el hecho que ha puesto al metaverso en el centro de la actualidad, también de la actualidad publicitaria, fue el cambio de nombre de Facebook, ahora Meta. Si una de las mayores corporaciones tecnológicas, una de las mayores empresas publicitarias, pone el foco en el metaverso está claro que ahí puede haber dinero. Mucho dinero.
Seguramente la tecnología está preparada para dar el gran paso necesario; incluso es posible que se produzcan acuerdos entre grandes empresas para ir unificando los diversos universos virtuales. No parece que tenga mucho sentido utilizar avatares diferentes, con diferentes características y equipamientos en cada uno de los universos que visitemos.
«Creo que todavía una gran mayoría de las personas vamos a seguir jugando nuestras cartas en la vida real»
Lo que no tengo claro es si la sociedad, a gran escala (no sólo unos cuantos frikies adelantados) está preparada para jugar todas sus cartas al metaverso y los nuevos entornos tecnológicos.
Seguro que desde el campo publicitario y de las empresas vamos a ver importantes apuestas para estar ahí, pero tengo serias dudas de que este sea el momento de apostarlo todo al metaverso.
Creo que todavía una gran mayoría de las personas vamos a seguir jugando nuestras cartas en la vida real.
Y sí, mi trayectoria profesional me lleva a preguntarme ¿tenemos claro cómo vamos a medir los efectos de nuestras acciones en estos nuevos entornos? Me temo que no.
También tengo un sueño, que sé que no se cumplirá: imagino lo bonito que sería que la guerra entre Rusia y Ucrania (o cualquier otra guerra) se estuviera produciendo sólo en el metaverso; que las víctimas fueran avatares de las personas que ahora mueren en realidad.