Pidieron ayudas públicas en forma de publicidad/subvención contra la crisis, pero no son capaces de reinventarse mientras alimentan a la bestia que los devora: Internet. Quieren competir con el ritmo, con la inmediatez y con la evanescencia de la red, pero su sitio, pienso, es otro. La guerra de lo inmediato está perdida, pero pueden ganar la batalla de la reflexión, el análisis, la prescripción, la calidad y la fidelización, pero de esa batalla no quieren saber nada. Prefieren eliminar firmas y abaratar costes, adelgazar los presupuestos de investigación y reproducir, con becarios, notas de agencia.
La prensa, pienso, debe ser el soporte en el que se desarrolle un diálogo sosegado entre el mundo, la realidad, y el lector. En lugar de ofrecernos información, reflexión y opinión argumentada, nuestros diarios nos gritan molestos titulares nacidos de la visceralidad, la insidia, el partidismo y la subordinación. ¿Con esas armas pretenden detener la caída? Mal lo veo, compañeros.