Los influencers virtuales alcanzarán un mercado de 170,2 millones de dólares en 2034

Según la UOC, estos prescriptores digitales ganan terreno por el control total que ofrecen a las marcas, aunque plantean retos de autenticidad, transparencia y gestión ética.

La industria de los influencers virtuales (IV) continúa ascendiendo. Según los datos de Market.us Scoop recogidos por la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), el mercado global de estos prescriptores digitales pasará de mover unos pocos millones de dólares a alcanzar alrededor de 170,2 millones en 2034, con una tasa de crecimiento anual compuesta próxima al 39,5%. 

Los influencers virtuales son personajes digitales diseñados para actuar como prescriptores en redes sociales. Su irrupción, en palabras de Mireia Montaña, directora académica del máster universitario de Estrategia y Creatividad en Publicidad de la UOC, se enmarca en la “economía de los creadores” y responde a una lógica clara: ofrecen contenido escalable, disponible las 24 horas, con una estética vanguardista que suele generar engagement. Además, al estar desarrollados desde el origen para representar a una marca, funcionan como activos completamente alineados con sus valores.

La UOC destaca varios ejemplos representativos de esta tendencia. Entre ellos, Lil Miquela (2,5 millones de seguidores), considerada pionera global y especialmente vinculada a moda y lujo por su control estético; Lu do Magalu (7,5 millones), integrada como rostro digital de la marca de retail Magazine Luiza; y Aitana López (más de 300.000 seguidores), creada por agencia como modelo rentable para campañas rápidas. Para Montaña, estos perfiles evidencian el atractivo del formato para las marcas: control total sobre la narrativa, ausencia de crisis personales y una asociación directa con la innovación tecnológica.

La adopción, sin embargo, no es uniforme. Moda, belleza, lujo y videojuegos o deportes electrónicos son los sectores donde los IV tienen mayor presencia, debido a que se benefician de la fantasía, la imagen y el entorno digital. En cambio, su uso es menor en ámbitos como la salud, la educación o las finanzas, donde la credibilidad “real” sigue siendo un requisito clave y donde existen límites legales más estrictos.

Ventajas para las marcas

Neus Soler, profesora colaboradora de los Estudios de Economía y Empresa e investigadora del grupo i2TIC de la UOC, señala que el principal valor de estos perfiles reside en el control absoluto de la marca sobre su comportamiento. A ello se suma una vida útil indefinida una vez creada la figura, la posibilidad de dotarla de alcance global mediante idiomas y contenidos adaptables, y un efecto reputacional positivo asociado a la innovación.

Ahora bien, la UOC advierte de riesgos. El mayor es caer en una percepción de artificialidad excesiva y “emocionalidad vacía”, que dificulte la conexión con el público. También resulta clave la transparencia: cuando el avatar puede parecer humano, la marca debería explicitar que se trata de un influencer virtual para evitar confusión o sensación de engaño. Soler añade además retos derivados de su alcance global —por la necesidad de respetar diferentes culturas y sensibilidades— y de la dependencia tecnológica, ya que el avance acelerado de la IA puede obligar a inversiones continuas y abrir posibles vulnerabilidades.

Coherencia como eje de gestión

El uso de influencers virtuales exige una gestión cuidadosa de su identidad digital. Soler subraya que la autenticidad debe entenderse como consistencia emocional y transparencia del propósito, por lo que antes de publicar contenidos conviene fijar pautas éticas de actuación y revisar los mensajes. En la práctica, la UOC recomienda tratarlos como a cualquier embajador de marca: con seguimiento, coherencia narrativa y responsabilidad comunicativa.

Las expertas apuntan a que, con el avance de la IA generativa, estos personajes serán cada vez más realistas y podrán simular emociones, aunque sean prefabricadas. Esto incrementará su atractivo, pero también elevará la responsabilidad de las marcas: no bastará con “tener” un influencer virtual, sino con sostener una narrativa coherente y transparente para no confundir al consumidor ni erosionar su confianza.