El envase es una herramienta fundamental para la distribución de alimentos. Cumple funciones relacionadas con la seguridad alimentaria porque protege los alimentos de posibles contaminaciones. También de información al consumidor, al ser el soporte para el etiquetado, al recoger datos nutricionales, de fechas de consumo preferente, etc. Evita el desperdicio alimentario porque alarga la vida del producto en buenas condiciones para su consumo. Y, además, responde a las necesidades de consumo porque permite adaptar las cantidades a lo que necesita cada consumidor o unidad familiar y en el transporte evita el deterioro de los alimentos y facilita su traslado.
Los envases son necesarios para el conjunto de la cadena agroalimentaria. Por eso, cuando hace ya tiempo comenzó el debate sobre la economía circular y la necesidad de reducir el uso de materiales y de recuperarlos, reutilizarlos y reciclarlos, las empresas que conforman esta cadena – más de un millón de grandes y pequeñas compañías, incluyendo el sector primario, las materias primas, los fabricantes de envases, los envasadores, la distribución alimentaria y los gestores de residuos- comenzaron a trabajar en fórmulas para evitar el sobreenvasado, avanzar en el ecodiseño, utilizar materiales alternativos al plástico o reciclados y perfeccionar los sistemas de recuperación, reutilización y reciclado.
En los últimos años se han conseguido grandes logros. Por ejemplo, solo en las empresas de ASEDAS, alrededor de un tercio de los envases de transporte utilizados son ya reutilizables, mientras que el porcentaje de material reciclado en los envases primarios -los que se usan en los alimentos en venta- es cada vez mayor. Además, el sector fue pionero en la reducción de bolsas de plástico de un solo uso y en la sustitución de materiales en las bolsas de sección, bandejas de presentación de alimentos, etc.
El reto consiste en lograr una verdadera economía circular»
Todo esto no significa que el trabajo esté hecho. El reto consiste en lograr una verdadera economía circular, en la que todos los recursos que se utilizan en los sistemas de producción y distribución de alimentos vuelvan al circuito productivo y el mínimo resto inevitable sea tratado adecuadamente para que no termine en la naturaleza.
Por ello, el futuro Reglamento de Envases y Residuos de Envases, que se encuentra en discusión en las instituciones de la Unión Europea, no puede ser un paso atrás en los objetivos comunes de mejorar la fabricación, utilización y recuperación y reciclado de los envases. Por una parte, la revisión profunda de las distintas funcionalidades de los envases y alimentos debe contemplar las exenciones necesarias para preservar la seguridad alimentaria –condición irrenunciable en cualquier sistema de producción y distribución de alimentos- y reducir el desperdicio alimentario. Y, por otra, las obligaciones que recoge la propuesta de Reglamento tendrían una serie de implicaciones económicas y logísticas en los sistemas de recuperación y reciclaje de envases que, en un sistema de distribución de proximidad como el español, derivarían, además, en un aumento de la huella de carbono e hídrica al compararlo con el sistema actual.
Las obligaciones que recoge la propuesta de Reglamento tendrían una serie de implicaciones económicas y logísticas en los sistemas de recuperación y reciclaje de envases que derivarían en un aumento de la huella de carbono e hídrica»
La flexibilización a partir de las necesidades de los sectores afectados es la garantía de que produzcan los cambios y los avances necesarios para alcanzar la economía circular en la cadena agroalimentaria. La imposición sin diálogo, por el contrario, es el mejor pasaporte hacia el fracaso. Por ejemplo, la propuesta de que todos los puntos de venta de alimentación tengan un sistema de reutilización debe ser puesta en cuestión porque es necesario un análisis caso por caso –en España la mayoría de las tiendas de distribución de alimentación están situadas en los casos urbanos de los pueblos y ciudades, con muy poco espacio de almacenamiento y accesos que priorizan o facilitan la compra a pie- y con un marco regulatorio que les brinde seguridad jurídica para afrontar desafíos que alcancen la sostenibilidad medioambiental, pero sin dañar la económica y la social.
La economía circular requiere de un impulso político y empresarial; las soluciones para alcanzarlas solo pueden apoyarse en planteamientos puramente técnicos»
La demagogia y la falta de análisis técnicos suficientes están dificultando la negociación en el Parlamento europeo para alcanzar un texto que, además de eficiente en términos medioambientales, responda a las necesidades de la cadena agroalimentaria. La economía circular requiere de un impulso político y empresarial; las soluciones para alcanzarlas solo pueden apoyarse en planteamientos puramente técnicos, que analicen todas las variables y todos los casos posibles. La función del envase es y será siempre irrenunciable, pero de todos nosotros depende convertirlo, además, en un elemento de sostenibilidad.