El becerro de oro

En este país los medios de comunicación dedican mucho dinero, mucho espacio y mucho esfuerzo al deporte, pero si analizamos

En este país los medios de comunicación dedican mucho dinero, mucho espacio y mucho esfuerzo al deporte, pero si analizamos un poco el contenido de esta información, veremos que la mayoría del espacio dedicado atiende a cuestiones que no son deportivas. Sabemos las cláusulas de contratos, actividades de presidentes, comisiones de representantes etc., pero del verdadero espíritu del deporte no se enseña nada. Sólo nos hablan de fútbol y del negocio que se ha montado alrededor de este espectáculo.

La gloria del deporte, su verdadera esencia, es el esfuerzo, la vida del grupo, el compromiso con el grupo o con la propia disciplina del deporte individual. España es un ejemplo vivo de grandeza individual y colectiva, con equipos y deportistas que todos los días sufren y trabajan en el silencio de los medios de comunicación. David Meca tiene que llegar al borde la extenuación para conseguir un suelto en alguna página perdida de cualquier diario. Cal, con sus dos medallas olímpicas (en la antigua Grecia los campeones olímpicos eran considerados algo menos que dioses) tiene que mendigar un patrocinador que le asegure unos pobres 250 euros mensuales; Abascal ha quedado relegado al olvido; Jose Luis González es un desconocido para todos aquellos menores de 40 años, y así podríamos seguir con un triste y largísimo elenco de hombres y mujeres que todos los días dan ejemplo de superación, esfuerzo, disciplina y fortaleza sin que nadie sepa de sus vidas.

Este es un país en el que una medalla de plata es sólo la segunda plaza, en el que un finalista olímpico de 100 metros lisos es catalogado como malo sin que el inconsciente que emite el juicio tenga que afrontar el desprecio de nadie. La prensa deportiva de este país, el negocio de los medios de comunicación, se ha basado en la adoración de un falso ídolo, de un becerro de oro que pasta el verde de los campos de fútbol, y lo demás no existe. Se han confundido los valores, lo importante se ha olvidado y lo accesorio se ha encumbrado y eso no es algo nuevo: cuando en el Siglo de Oro español se produjo lo mismo, un genio de su tiempo, Quevedo, avisaba del peligro que implicaba esta confusión. En su día escribió que “en tres cosas basa el hombre el fundamento de su vida: la hacienda, la vida y la honra. La hacienda está en manos de escribanos, la vida en la de médicos y la honra junto al culo de las mujeres”.

Moraleja: cuidado, que confundir los términos nos pone en peligro como sociedad, como ciudadanos y como educadores de unas futuras generaciones que confundirán, seguro, el verdadero sentido del deporte. Mientras tanto, gracias a esos deportistas que nos alegran la vida con su impagable ejemplo.

(*) Juan Manuel Beltrán es director de compra en Mediacom.