A lo largo de generaciones, los seres humanos nos hemos ganado la vida, en gran parte, solucionando problemas ajenos. Es inevitable, unos hacen algo que otros necesitan y al revés. Gracias a ello, la humanidad ha desarrollado un gran tejido económico y tecnológico a todos los niveles.
Podemos hacerlo porque disfrutamos de algunas capacidades mentales como la memoria, la imaginación y algunas más entre las que se encuentra la creatividad, o “pensamiento original”, llamado así en contraposición a “pensamiento convencional”.
Aunque en el entorno de la publicidad y la comunicación, tradicionalmente usamos etiquetas como “creativo” o “director creativo”, eso no significa que esa capacidad esté restringida a ese sector. Cualquier persona utiliza a diario sus habilidades creativas, casi sin darse cuenta y con mucha eficiencia: al hacer una maleta, vestirnos, subir una escalera, cocinar, o cerrar un negocio, buscamos otras vías para alcanzar un objetivo simple o complejo.
Hay un afán en nosotros que nos impulsa a la ruptura en los procesos o puntos de vista recursivos. No nos gusta repetir.
Un recurso vital
El acto creativo se da siempre como resultado de una motivación personal, artística o profesional, existen muchos oficios en los que su desempeño consiste en la búsqueda de ideas y el desarrollo creativo.
Redacción, iluminación, escenografía, diseño gráfico, etc., son competencias frecuentemente emparentadas a la creatividad o al arte, cuyos profesionales y artistas dedican sus esfuerzos a la búsqueda de ideas y al proceso creativo. Pero también encontraremos otros oficios en los que la inventiva es un recurso vital para su desarrollo, aunque no lo tengamos tan presente, como técnicos de sonido, de realización o de montaje e instalación.
En el ámbito de la organización de eventos, lo comprobamos durante la ejecución final. Empleados de compañías y especialidades diversas trabajan coordinados y con la vista puesta en un mismo objetivo: dar forma a una idea.
A aquel esbozo que tiempo atrás alguien mostró como propuesta, y tras un largo período de desarrollo y planificación, se le conceden ahora tres días para hacerse real. Tienes 72 horas y una sala vacía: ahora haz tu magia. Y como en el revelado de una fotografía, debe aparecer un ingenio audiovisual que provoque emociones y sentimientos entre la audiencia.
Pues bien, hacemos nuestra magia, y en esa magia habrá un sustancial componente creativo, pero nuestra magia tiene truco: en Eikonos sabemos que lo que se calificará como un trabajo creativo, no lo lograríamos sin capacitación técnica y tecnológica, experiencia, esfuerzo, análisis y tenacidad.
Tampoco olvidamos que finalmente sólo se tendrá en cuenta el resultado. La cualidad creativa sólo se valorará, como en el futbol, en función del resultado.
Eso no debe descartar la voluntad de imaginar, crear o explorar caminos diferentes porque aprendemos, para ser mejores y porque la acumulación de experiencia nos enriquece a todos en conjunto.
La creatividad se contagia
Durante el transcurso de un evento, la disposición de los asistentes hacía la comunicación, supera sin duda a la de un día corriente. El clima generado propicia que estas personas, no solo se sientan creativas, sino que lo sean, que sus capacidades creativas se retroalimenten a causa de las emociones y los sentimientos, dando lugar a intercambios y sinergias positivas, porque, digámoslo ya: la creatividad se contagia, como la risa y el buen humor. Sin embargo, también como la risa, se disipa rápidamente dando paso a la monotonía o a los pensamientos convencionales, lo que nos obliga a cuidarla y mantenerla.
Debe ser un propósito común extender y expandir en nuestro día a día atmósferas de pensamiento divergente. Crear espacios y ambientes de originalidad es esencial. Transmitir e intercambiar mensajes optimistas y creativos, jugar y pasarlo bien con las palabras y las ideas, ser diferentes, sin límites, debe ser nuestra prioridad.