El coolhunting es una nueva función de las organizaciones que se posiciona en la intersección de otras cuatro: estrategia, marketing, investigación de consumidor e I+D. De cada una de estas áreas operativas toma prestadas competencias, y a todas ellas aporta un valor. Tiene como misión principal proveer información válida y relevante sobre innovaciones y tendencias que pueden tener un impacto positivo (oportunidades) o negativo (amenazas) sobre el negocio actual o potencial de la organización, basándose para ello en un método que incluye técnicas de observación y análisis que tienen su origen en la etnografía (rama de la antropología cultural).
Partiendo de un conocimiento global del negocio en todas sus áreas (producción, distribución, comercialización, comunicación, etc.), la labor del coolhunter consiste en detectar en el entorno cambios e innovaciones que puedan inspirar una acción orientada a la mejora de la competitividad de la organización. Esta acción puede ser un nuevo producto, la optimización de los ya existentes, un eslogan, una nueva forma de distribución, un packaging, etc.
La clave del éxito en coolhunting radica, primero, en saber cómo identificar los cambios y las innovaciones, y, segundo, en entresacar lo que es relevante para nuestro negocio. Coolhunting es investigación (observación y análisis) y creatividad estratégica al servicio de la innovación.
UNA DISCIPLINA JOVEN. El coolhunting es una disciplina reciente, y, por tanto, poco madura. Ni siquiera hay consenso sobre cuestiones elementales. La primera tarea que emprendí cuando, fascinado por las historias de coolhunters que narraba Malcolm Gladwell en su ya clásico libro The Tipping Point, comencé a coquetear con la investigación de tendencias, consistió en recabar toda la documentación y experiencias que se hubieran publicado. Buscaba un método de detección de tendencias definitivo y validado. ¡Qué iluso!
A pesar del interés que el coolhunting había despertado por entonces