El negocio de la moda, por tanto, es uno de los actores con protagonismo directo en el cambio climático, debido a la aceleración de su ritmo de producción en todo el mundo a partir de 1980, y especialmente, con la entrada del último milenio.
De acuerdo con los datos manejados por la Conferencia sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), el sector textil es el responsable del 20% del desperdicio total de agua a escala mundial, y la fabricación de ropa y calzado produce el 8% de los gases de efecto invernadero. La entrada del concepto fast fashion (o “moda rápida”) aceleró las consecuencias negativas para el planeta. La producción se duplicó entre 2000 y 2014, con ventas que aumentaron del billón de dólares en 2002 a los 1,8 billones en 2015, y con una estimación de alcanzar los 2,1 billones en 2025, según el informe ‘Timeout for Fast Fashion’ de Greenpeace.
Las grandes cadenas de fast fashion diseñan y comercializan más ropa de temporada a lo largo del año y a un coste más reducido, provocando que el ciudadano pueda adquirir novedades a un precio más asequible. Por término medio, un consumidor compra ahora un 60% más de ropa anualmente que hace 15 años, dando uso a la prenda la mitad del tiempo que antes, de acuerdo con el citado estudio de la organización ecologista. Todo ello ha dado lugar a nuevos patrones de compra, sin contemplar la opción de reutilizar o reparar la ropa.
La posibilidad de estrenar una prenda de vestir nueva, unida al encarecimiento que supone aprovechar productos viejos, nos ha abocado al “hiperconsumismo”, es decir, “al comprar por comprar”, según ha explicado Neus Soler Labajos, profesora colaboradora de los Estudios de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya, a IPMARK. Este fenómeno se precipitó en España “con la democratización de la moda y por el concepto prêt-à-porter de Zara, que inició una dinámica de producción rápida que implicaba la entrada de varias colecciones de menor calidad y más económicas durante el año. Esto supuso que el consumidor de renta media pudiera renovar su armario con más frecuencia, al tener acceso a un producto que no importaba que fuera de peor calidad, porque sería utilizado solamente mientras duraba la moda de esa temporada”, ha añadido Soler Labajos.
Modelo de consumo diferente
La emergencia climática, sin embargo, está empezando a modificar el comportamiento de consumidores y de las propias marcas de moda. Greenpeace asegura que el reciclaje no es la única solución: “Las empresas textiles necesitan repensar con urgencia su modelo de negocio de usar y tirar, y crear ropa que sea duradera, reparable y apta para la reutilización”.
La producción se duplicó entre 2000 y 2014, con ventas que aumentaron del billón de dólares en 2002 a los 1,8 billones en 2015
En esta línea, la directora corporativa de Talento y Cultura en Adolfo Domínguez, Tatiana Suárez, ha explicado a nuestra revista, que la enseña gallega produce bajo las premisas que recomienda la ONG. “Marcas y consumidores tenemos la responsabilidad de parar, recapacitar sobre nuestra huella en el planeta, y hacer un esfuerzo consciente por impulsar otro modelo de consumo. En nuestro caso, este posicionamiento ha quedado plasmado en campañas como Sé más viejo y Piensa. Luego compra”.
Desde los años 80, Adolfo Domínguez ha apostado por materiales sostenibles en sus procesos de fabricación, como el lino. Pero la política medioambiental de la empresa no solo se basa en eso. “También tenemos que abogar por un modelo de consumo diferente. Diseñar una prenda que dure 10 años en el armario y no 10 de usar y tirar. Ser realmente perdurables y originales”, ha añadido la portavoz.
Evitar prendas de difícil reciclaje
Por su parte, el director general corporativo de Tendam, Ignacio Sierra, ha manifestado a IPMARK que el cambio de mentalidad de la sociedad debería pasar por recuperar el gusto por la ropa de calidad. “Creo que cada van a cobrar más preponderancia materiales que antes no se tenían por nobles (fibra reciclada, 100% algodón orgánico, 100% viscosa…), evitando así aquellas prendas difíciles de reciclar”. Añade Sierra que desde 2016 la compañía apuesta “más por el valor de la prenda que por el volumen”. Admite que el fenómeno fast fashion ha mejorado la logística, dando más capacidad al mercado. “Ya no es un proceso de seis meses, como lo era antiguamente, pero seguimos manteniendo el ciclo tradicional de dos temporadas y cuatro colecciones al año”.
Colecciones “eco”
Cada vez más marcas cuelgan la etiqueta de sostenible en sus prendas. Mango Committed, que fue lanzada en febrero de 2017, es la colección respetuosa de la compañía catalana. “Todos los materias empleados cuentan con certificaciones según estándares internacionales para acreditar su origen y características sostenibles”, ha explicado Beatriz Bayo, directora de RSC en Mango, a IPMARK. Entre los materiales que utilizan, se encuentran el algodón orgánico, el polyester y la lana reciclada. Además de los tejidos registrados del laboratorio austriaco Lenzing: tencel y ecovero, derivados ambos de la madera de los árboles. “En algunos procesos se han implementado técnicas que contribuyen a reducir el consumo de agua, de energía y de sustancias químicas nocivas”, explica y cita como ejemplo la tecnología Ecowash, de la empresa Jeanologia, que ayuda a disminuir la huella hídrica en la producción de vaqueros. “El objetivo es que en 2022 las colecciones tengan un 50% de algodón sostenible”, añade.
Las empresas textiles necesitan repensar con urgencia su modelo de negocio de usar y tirar, y crear ropa que sea duradera, reparable y apta para la reutilización (Tatiana Suárez, de Tendam)
Tendam también incorpora materiales ecosostenibles en sus diferentes marcas: R[Eco]Nsider (Springfield); EcoFriendly (Cortefiel y Pedro del Hierro), y Honest (Women´secret), que reducen en algunos casos el consumo de agua hasta en un 90%, gracias a la tecnología H20, que minimiza su uso en los procesos de lavado.
El director general corporativo de Tendam asegura que es la marca Springfield la que está marcando el ritmo del cambio dentro de la compañía. “El objetivo establecido es que todas las tiendas de Springfield funcionen con energía renovable en 2020. Y para 2021, todo el grupo tiene que estar por encima del 15% en productos más sostenibles, en todas las categorías y en todos los rangos”.
El 2050 queda lejos, pero Sierra espera que el impacto de carbono sea cada vez menor hasta alcanzar la neutralidad.
Economía circular
Por su parte, Adolfo Domínguez lanzó el año pasado una colección limitada de 146 prendas, denominada Materia Gris. “Ha sido confeccionada al 100% en nuestro atelier de San Cibrao das Viñas (Ourense). Una producción artesanal con nuestras costureras y elaborada, principalmente, en fieltro”, ha explicado Tatiana Suárez. “Apostamos por un modelo de producción local (diseño, patrón, corte, confección y prototipo) en nuestro propio taller y con materiales que pertenecen a nuestro archivo histórico. La filosofía se basa en dar una segunda vida a los tejidos, reutilizando los ya existentes o intentando crear menos residuos”.
Las fibras recicladas implican un menor consumo de recursos naturales y una gestión más eficiente de los residuos, reduciendo el impacto medioambiental. Mango promueve la economía circular en su modelo de negocio colocando en sus tiendas contenedores. “Los materiales recogidos son enviados a la planta de reciclaje textil Koopera, donde se clasifican y se les da una segunda existencia”, ha explicado la responsable de RSC de Mango.