No sé si legislar contra los bulos es la solución. No lo creo. Todo lo que pueda recordar a la censura tiene poco recorrido en la sociedad actual.
Pero los bulos tienen, entre otras, dos tipos de finalidades: la política, crear noticias falsas y con ellas el caos, que cada vez sea más difícil distinguir lo verdadero de lo falso y como consecuencia que nadie acabe creyendo en nada. Por otra parte, en muchos casos, hay una finalidad económica: crear titulares escandalosos, en los que es difícil distinguir cuál es la verdad, aumenta la probabilidad de picar la curiosidad (la wikipedia sugiere ciberanzuelo como traducción al castellano de clickbaits) y, con ella, conseguir los ansiados clics, que aumentarán las cifras de audiencia. En muchos casos es una audiencia efímera: se pincha, se advierte que el titular nos ha engañado y se cierra para ir a otra parte. El contacto habrá durado unos pocos segundos.
Se pincha, se advierte que el titular nos ha engañado y se cierra para ir a otra parte. El contacto habrá durado unos pocos segundos
Durante mis años, muchos, de análisis de las audiencias de televisión (desde uno u otro lado de la mesa) recuerdo que distinguíamos entre contacto y permanencia. El número de contactos (la audiencia acumulada, lo que en Internet se llamaron usuarios únicos) es un indicador muy débil de la audiencia; da el mismo valor a un contacto esporádico, de unos pocos segundos, que a un contacto largo y profundo, de muchos minutos o incluso horas.
El número de contactos (la audiencia acumulada, lo que en Internet se llamaron usuarios únicos) es un indicador muy débil de la audiencia
Por eso en televisión se terminó imponiendo el tiempo de consumo, o su equivalente, la audiencia media, un indicador mucho más robusto, que tiene en cuenta tanto el número como la duración de esos contactos (treinta minutos vale para este indicador treinta veces más que un minuto).
Los tecnólogos
Y en estas, en la primera mitad de los años noventa, llegó Internet. Y los tecnólogos, que sabían mucho de tecnología y poco de publicidad, nos dijeron que, de nuevo, lo importante era el número de contactos. Y el mercado publicitario, y la medición, fueron por ese camino, olvidando todo lo que ya habían aprendido con otros medios.
Muchos años después, ya entrada la década de los años diez de este siglo, se empezó a hablar de engagement, pero no se tenía muy claro cómo medirlo. A lo mejor el tiempo de permanencia habría sido una buena aproximación.
Y el mercado publicitario, y la medición, fueron por ese camino, olvidando todo lo que ya habían aprendido con otros medios
Lo que sí parece es que, si se tuviera en cuenta la duración de los contactos, los clickbaits perderían fuerza y, quizás también, los bulos, al menos los que sólo tuvieran la finalidad económica de inflar las audiencias.
La medición, el elegir los indicadores más adecuados, puede tener más importancia de lo que parece.
Claro que la pregunta es ¿queda alguien en el sector al que le interesen estos temas?