Si hay un sector que cuente con todas estas características es Internet. Con la ventaja de que, pese a estar ya muy desarrollado, tiene por delante un potencial cercano al infinito. Es como esa especie que por designios del azar se introduce en la bodega de un barco y va a parar a tierras absolutamente favorables, donde se hace dominante sin demasiado esfuerzo.
Estoy pasando unos días de descanso en plena serranía sevillana y al preguntarle a Antonio, amigo, cuidador del huerto y filosofo, sobre qué opinaba de Internet, sentencio: “Dicen que es algo, no sé qué, pero muy importante, pero a mí todavía no me ha ayudao a nah, de nah, pa coger loh tomates tengo que seguí doblando el espinazo”