Y como cada año me sigo preguntando: si jugar es educación y formación para niños y niñas ¿por qué en el siglo XXI seguimos diseñando anuncios para ellos utilizando argumentos y un lenguaje verbal y visual propio del XIX? (Con un simple desplazamiento del I hemos retrocedido más de un siglo. Cosas.) ¿Por qué no aprovechar la publicidad para educarlos en la sana competitividad y no en un canto de superguerreros salvadores del universo universal? ¿Por qué no aprovechar la publicidad para dar a las niñas herramientas capaces de crear un pensamiento que les permita construir su futuro como Mujeres en vez de educarlas a jugar a ser futuras barbis?
¿Por qué seguimos utilizando la televisión como un mal sustituto del escaparate? Nos olvidamos a menudo de que los niños tienen imaginación, aunque los fabricantes de juguetes la vayan anulando con artefactos tan completos que los niños tienen menos oportunidades de utilizarla.
El niño ante el escaparate o el lineal sabe jugar sin tocar el juguete ni sacarlo de la caja, imagina historias o, sencillamente, piensa en lo que haría con él y, en demasiadas ocasiones, mercadotécnicos habemus, nos limitamos a destripar la sorpresa convirtiendo el spot en una extensión del manual de instrucciones, utilizando el mismo esquema para la venta de un comemierda con más plus.
Si no nos volvemos como niños, no entraremos en el reino del liderazgo.