La previsión comercial se verifica, el crecimiento de mercado está en la horquilla prevista. Un escenario opuesto al de tiempos de crisis donde la demanda sube y baja (o simplemente, baja) y requerimos nuevo talento cada semana para poder ofrecer un diferencial apreciable con un mercado siendo terreno de azar.
Los que lideran compañías en uno y otro escenario no suelen ser del mismo tipo. Estables unos, frente a otros interinos, llamados para conducir bajo circunstancias excepcionales. Pero la transformación digital que irrumpió como circunstancial y excepcional hace décadas ya que es continua, lo cual cambia el liderazgo necesario y disponible.
La digitalización alcanza a todo espacio, a toda función y a toda persona en una empresa. A la misma esencia del negocio. Pensemos: Impresión 3D. ¿Cómo afecta ello (hoy) a la industria de repuestos del automóvil, a los de mobiliario, a los de zapatos? Un ejemplo real y actual. Es una carrera donde todos corremos, queramos o no. Con distintas velocidades propias, funcionales, de empresa, de sector y de habilidades.
Cuando Sondergaard (Garner) decía “evitad imaginar una unidad tecnológica de negocios como un loft de hipsters con rostros iluminados por las pantallas de sus MacBook Pros”, atacaba un esterotipo. Lo clichés son malos para cimentar los negocios. Ejemplo sin sentido: el “mito del garaje”.
En una carrera donde la meta general se extiende dos metros por cada uno que avanzamos, es imprescindible tener objetivos propios. Conocer a nuestra gente más allá de estructuras. Entender a nuestros maratonistas como aquellos que abrazan la inteligencia social automatizada, los modelos predictivos basados en big data, largo-placistas para esa empresa futura, fondistas, con largos ciclos de intra-aprendizaje, en proyectos de formato convencional apalancados en mediciones, en índices, en test de plataformas conocidas.
Al mismo tiempo, contar con velocistas (sprinters), digitalmente ágiles para la táctica, para vitalizar contenido de marcas, crear historias domésticas, centradas en los clientes, en la realidad de las redes sociales, de perder foco en la marca para centrarlo en las personas.
La tecnología cambia el comportamiento y nos movemos entre polos, de datistas a sistémicos, de analógicos a digitales, de defensores de la privacidad a héroes de las visibilidad, de científicos de lo rastreable a poetas de lo fugaz (de snapchats a Plagues).
En los negocios tradicionales había períodos de calma y de temporal. Había pilotos de travesía y pilotos de tormentas. La carrera digital se hace en tierra, no en mar, todos participan pero cada integrante tiene su estilo y debemos captar ambos para que la empresa alcance posicionamiento y cultura viviendo el día a día.
Carpe diem.
Sobre el autor
Armando Liussi es CEO de Incúbame, CDO IBP para Incipy, consultor y mentor de emprendedores y profesor en Foxize School, escuela de negocios especializada en Digital, Marketing y Comunicación.