1. Exactamente así. Aun tratándose de un sector absolutamente maduro, donde el anunciante conoce nuestros procesos y, teóricamente, depende del factor de la creatividad, nos encontramos todavía con dificultades para transmitir el valor real de nuestro trabajo. Ofrecer el mejor equipo y la mejor dedicación tiene un valor determinado, como en cualquier otra especialidad profesional, y esto debería ser incuestionable. Sobre un plan de actividades concreto y con la expectativa de mantener una relación estable con el anunciante, siempre se puede optimizar la propuesta económica de la agencia, pero sobre una base razonable. Ya no aceptamos como normal la falta de respeto. Sólo creemos en las relaciones claras y satisfactorias para ambas partes y esto, supongo, nos lleva a no poder trabajar para cualquier cliente.
2. Honorarios por trabajo o fee anual. El primero para una relación puntual o para clientes con actividades muy concentradas, y el segundo para relaciones de tiempo y con una involucración sistemática del equipo de la agencia. Ambos calculados a partir de cargas de trabajo y tiempo de dedicación al proyecto. Cualquier sistema es bueno si lleva consigo la buena voluntad entre las partes y un objetivo claro de qué se necesita de la agencia.
3. Existen unas normas mínimas de convocatoria de concursos, aprobadas por la mayoría de asociaciones de agencias y anunciantes, que no se cumplen. Lo peor es que, también en la mayoría de los casos, somos las agencias las que no recordamos su existencia ni forzamos su cumplimiento. Hasta que todos vayamos en una misma dirección seguirá habiendo convocatorias de concursos que se aprovechen del río revuelto. G
Santiago Gramunt, consejero delegado de CP Proximity