Se celebraba, en el anfiteatro de la Casa de América, en la madrileñísima plaza de Cibeles, el vigésimo aniversario de Spain Gourmetour, una de las publicaciones que más han hecho para proyectar una imagen positiva de España en el exterior. Dicha publicación está consagrada a un sector de enorme potencial no sólo exportador, sino generador de prestigio internacional para nuestro país, el de la gastronomía, que vive actualmente los momentos más dulces de su historia.
El magnífico número conmemorativo que recibimos los asistentes al acto fue presentado por Pedro Mejía Gómez, secretario de Estado de Turismo y Comercio y presidente del Instituto Español de Comercio Exterior (ICEX), único organismo público implicado desde el principio e incondicionalmente en el Proyecto Marca España.
La revista Spain Gourmetour, editada por el ICEX, salió en 1986 inicialmente sólo en inglés, lingua franca de nuestra era. Posteriormente seguirían las versiones en francés, alemán y español, hasta su aparición en la Red, en mayo de 2003, en su página www.spaingourmetorur.com.
No tiene desperdicio. Pues bien, el número conmemorativo no tiene desperdicio. Extracto algunas frases representativas de los diversos apartados. En el editorial, la redactora jefe (¿por qué la llaman redactor jefe?), la eficiente y cosmopolita Cathy Boirac, declara que el pequeño equipo que en 1986 afrontó el reto de lanzar la nueva revista tenía la convicción de que “nuestro país tenía mucho más que ofrecer que la arena y el sol de sus playas, o el folclor demasiado manido, incluso a veces incomprendido, de procesiones, tauromaquia y flamenco”. A veinte años vista, Cathy Boirac cree que la revista ha aportado, “con entusiasmo y convicción”, su pequeño grano de arena a “esas fuerzas que hoy en día han catapultado la gastronomía española a los primeros puestos mundiales. Se hace así justicia con este país que tántos productos difundió y hoy son tan cotidianos, tanto en Europa como en otros lugares: el chocolate, los tomates, las patatas, los pimientos, etc. El país que plantó en el Nuevo Mundo las primeras vides”.
O la expresión de nostalgia de Antonio Muñoz Molina que, desde su privilegiada atalaya del Instituto Cervantes de Nueva York, dice: “Escribo justo a la hora del mediodía en que ese placer que tantos de mis compatriotas disfrutan sin darse mucha cuenta sería más valioso, en una ciudad