Bien pensado, la frase “hacerse mayor” no significa nada. Vivir es envejecer desde el momento en que nacemos. Precisamente por eso deberíamos asumir con naturalidad lo que, justamente, es natural, aunque para ello tengamos que deconstruir una cierta cultura que, tal vez con fines publicitarios, ha promocionado ilusoriamente la eterna -e imposible- juventud.
Llámenlo síndrome de Peter Pan, de Dorian Gray, de Cher o simplemente “edadismo”: todos, en alguna medida, somos corresponsables de haber estigmatizado nuestro propio porvenir como individuos, tal vez soñando que, para cuando nos tocase, los milagros del skincare a base de algas exóticas y de medicamentos antioxidantes nos convertirían en la primera generación anclada en algo parecido a la inmortalidad. Por cierto, si no lo han leído, busquen el cuento “Los inmortales”, de Borges. En él, Borges presenta un mundo en el que la inmortalidad es una realidad. Las personas ya no mueren, sino que continúan viviendo eternamente. Sin embargo, con el paso de los siglos, se aburren tanto que terminan deseando volver al ciclo natural anterior, donde la certeza de un final daba sentido a la vida y la hacía apasionante.
La silver economy
Quitémosle dramatismo: la madurez, en buenas condiciones, puede y debe ser una etapa estupenda. Hoy, no son pocas las marcas que lo han entendido y están desarrollando lo que ha venido en llamarse silver economy: la economía plateada para unos individuos cada vez más numerosos y con más poder adquisitivo, como se refleja en el Monitor de Empresas de la Economía Sénior 2023, realizado por la Fundación Mapfre en colaboración con Sigma Dos.
Disfrutar de cada fase pasa por acondicionar nuestra vida… Y nuestra vivienda -como su propio nombre indica- es donde la vida pasa, donde tienen lugar la mayoría de sus actos cotidianos e imprescindibles. Justo el momento de la vida en que, casi con toda seguridad, los hijos se han ido (el llamado “síndrome del nido vacío”) y contamos con más espacio, pero también con más inseguridades hacia el futuro, es cuando deberíamos replantearnos qué hacer con nuestra casa y reorientarla a nuestra nueva vida.
¿Cómo afrontamos los españoles la adaptación de nuestra vivienda a partir de los 55 años? El Primer Estudio Nacional sobre la Vivienda a partir de los 55 años, impulsado por Leroy Merlin junto al Colegio de Arquitectos de Madrid y realizado por Sigma Dos quiere, en palabras del director de Marca y Comunicación de Leroy Merlin, Sergio Vicente, «invitar a la reflexión, pero sobre todo abrir la conversación en relación a si nuestras viviendas están adaptadas para esa fase de la vida».
Aspectos emocionales
Realizado en base a una encuesta a 1.801 personas mayores de 55 años, los datos resultantes describen cuestiones como la capacidad de las viviendas para responder a la evolución física, emocional, familiar y social; las necesidades que no se detectan, las adaptaciones que se realizan y cuáles evitar; y finalmente, cuáles son las motivaciones y barreras para reformar la propia casa.
La principal inquietud de las personas mayores de 55 años radica en la posibilidad de no poder permanecer en sus hogares en el futuro. Aunque el 83% muestra preocupación por enfrentar dificultades para mantener su independencia en casa a medida que envejecen, solo el 42% ha tomado medidas para adaptar su vivienda. De hecho, el 68% no considera necesario hacer ajustes hasta cumplir los 71 años.
En muchas ocasiones, los aspectos emocionales pueden representar un obstáculo: el 45,4% de los encuestados están de acuerdo en sacrificar parte del espacio en su vivienda para reformarla y adaptarla a sus necesidades futuras. En menor medida, el 18,8% estaría dispuesto a renunciar a parte de su identidad, el 15,7% a los recuerdos, el 15,2% a la comodidad y el 4,9% a la intimidad.
El estudio concluye, no obstante, que el principal obstáculo para adaptar la vivienda es el aspecto financiero, sobre todo en los hogares con ingresos más bajos (53,2%). Además, indican que el 44% de las personas mayores de 55 años estaría dispuesto a invertir más de 5.000 euros en la adaptación de su hogar. Le siguen los obstáculos que pueden surgir por parte de los hijos, quienes pueden no autorizar o respaldar las reformas propuestas.
En cuanto a las reformas más urgentes, el 63,6% destaca la necesidad de adaptar la vivienda a sus nuevas condiciones físicas para poder moverse con libertad sin ayuda, siendo la reforma del baño la más mencionada. Además, el 53% coincide en la importancia de prevenir la dependencia, mientras que el 52,5% enfatiza la mejora de la seguridad para evitar posibles caídas o accidentes domésticos.
En realidad, la adaptación del baño es la más común, con un 41,3%, mientras que solo el 8,6% opta por mejorar la iluminación del hogar, a pesar del deterioro visual generalizado en este grupo demográfico. De hecho, el 90% de los encuestados ya ha llevado a cabo alguna reforma en el baño, en contraste con el 35,5% que lo ha hecho en la cocina y el 10,2% que ha realizado ensanchamientos en pasillos y puertas.
Tomar decisiones no siempre resulta sencillo. Un dato significativo: el 36,1% de los encuestados prefiere que, en caso de decidirse a realizar reformas, alguien se encargue de tomar todas las decisiones. Se observa un aumento en la demanda de proyectos llave en mano. Los clientes desean recibir asesoramiento y ayuda para seleccionar los productos, pero también desean que estos sean instalados sin que tengan que participar en dicho proceso.
Porque vivir más debe ser hoy, sinónimo de vivir bien, debemos contemplar la idea de reformar nuestra casa después de los 55 años como una oportunidad. No se trata solo de instalar pasamanos, quitar bañeras o ampliar puertas (que también); se trata de diseñar un entorno que nos permita seguir disfrutando de la vida de manera segura y amable, independientemente de la edad que tengamos. Es un compromiso con nosotros mismos y con nuestra calidad de vida. En definitiva, nada como nuestro hogar refleja quiénes somos.