Cierto es que el futuro está más allá y que para llegar a él debemos sobrevivir hoy y cada día. Sería ya un absurdo evidente negar que empresas y profesionales de la publicidad y las relaciones públicas sufrimos en propia carne la crisis económica, y que ésta nos obliga a adoptar las medidas necesarias para sobrevivir hasta el fin del invierno, por dolorosas que sean. Y que ello comportará cambios en la morfología de nuestro sector. Ya no es muy aventurado decirlo.
Una doble crisis. Pero no debemos olvidar que, a la vez, vivimos una segunda crisis, más específica y propia, que es la derivada de los cambios en el mundo de la comunicación, en los usos del tiempo libre, la manera de informarse y relacionarse, la interactividad y la multiplicación de las pantallas. Las nuevas tecnologías provocan, cual caballo desbocado, carreras y galopes, caídas aparatosas y atropellos, errores de grandes gurús, de monstruos empresariales y, por supuesto, de políticos de todas las procedencias. Sin mayores lamentos, tenemos, pues, una crisis más propia de la profesión, que es la de saber hacia dónde enfocar negocios, estrategias y creatividades. Pero a diferencia de la crisis económica, ésta debe de ser considerada solamente como un cambio.
Sea como sea, se nos juntan hoy las dos circunstancias y ello confiere mayor gravedad a la situación. Creo por tanto que, a la hora de analizar, debe de mantenerse la mente serena y separarlas claramente, aunque haya que actuar para sobrevivir a las dos a la vez.
¿Qué pasa, pues, con el futuro de la publicidad y las relaciones públicas? Es decir, ¿qué pasará con la comunicación que deriva del marketing empresarial o institucional? ¿Tiene futuro? Mucha gente se formula hoy esta pregunta, abrumada por las dos crisis. No hay duda de que sí, puesto que nadie presupone que, de repente, el mundo libre pueda vivir sin alguna forma de publicidad ni sin relaciones con los stake holders