Los encuestados, por ejemplo, manifiestan una mayor confianza en la consistencia de la economía doméstica de cara a los próximos seis meses, si bien, el 61,2% opina que la recuperación todavía esta lejos.
Otro elemento que refleja un menor agobio de los consumidores es el retorno a sus valores habituales del indicador sobre la actitud a mantener ante las compras. Así, el 55,4% piensa que es un momento para mantener los niveles de consumo y un 38,8% para reducirlos ( hace un mes este porcentaje era del 47,4%).
También se ha producido un relajamiento en las aprensiones sobre la seguridad en el empleo por parte de los ocupados y sólo un 6% declara que tiene muchas posibilidades de perder su trabajo en los seis próximos meses, cuando hace un mes se elevaba al 7,2%,
El Índice también advierte del incremento de las desigualdades que, no sólo en términos de renta y ahorro, está desencadenando la crisis. Esta polarización tiene una incidencia creciente sobre los patrones de consumo y sobre las actitudes ante las marcas. La demanda de innovación se mantiene bajo mínimo y los consumidores que opinan que se debe probar entre varias marcas son tan sólo el 20%. A su vez, un 28% prefiere comprar marcas conocidas pero las marcas de la distribución siguen ganando terreno para el 48,8% y se afianzan entre los sectores con poder adquisitivo medio y bajo, aunque también logran extender su influjo entre los sectores de status alto y medio alto.
Gastos controlados; resquicios al consumo
Los consumidores siguen mostrando una firme determinación al controlar los gastos del hogar. Parece que los ciudadanos han encontrado un cierto placer el racionalizar sus desembolsos y que esta actitud es la base de su capacidad de ahorro (para los que la tienen).
Sin embargo, en las grandes compras se observan algunos resquicios, como si este ahorro acumulado por una parte de los consumidores estuviera en disposición de traducirse en algunas decisiones de compra, a costes moderados.
Se mantiene la desconfianza en el terreno de los productos financieros, las hipotecas y los seguros pero se abren perspectivas para la alimentación, la ropa, los complementos, la belleza, los pequeños electrodomésticos, los equipos de música y los ordenadores. También desciende la presión sobre los gastos en ocio (bares, restaurantes, viajes de fin de semana, etc).
Puede resumirse que aunque la economía nacional sigue produciendo temores y aprensiones, la fase aguda de desconfianza desencadenada a comienzos de febrero coincidiendo con la propuesta de reforma de las pensiones se ha relajado, y comienzan a aparecer síntomas positivos respecto al consumo.