Hoy el sector de la publicidad actúa de forma parecida, intentando mantener un valor que, poco a poco, se va diluyendo sin que sepamos exactamente hasta que punto llega la devaluación. El GRP se mantiene como estándar y canon de perfección, pero su rendimiento se resiente y, sin que nadie quiera levantar la antorcha de la insurrección, ya hay voces que empiezan a pensar que, a lo mejor, hay que ir pensando en otra cosa.
Estamos al principio del inicio, y ya vemos que las campañas sufren para llegar a los objetivos, que las coberturas se resienten, que el visionado de programas no se hace en familia, de forma que los públicos más esquivos (niños y jóvenes) se van perdiendo en el oscuro mundo de la TDT, de Internet y de la comunicación digital que ellos mismos se generan.
Las marcas se enfrentan al reto de multiplicar sus presupuestos ad infinutum o seleccionar los espacios de otra forma. Las coberturas bajan, los precios suben y las fórmulas tradicionales se ven amenazadas por los PVR y otros soportes tecnológicos que permiten obviar la recepción de la publicidad.
La marea apenas empieza a subir y ya tenemos los pies en remojo amenazando pulmonía. Ante esta situación caben varias posturas, según se sea innovador, proclive, receloso o reaccionario, pero el 2010 está aquí mismo y el apagón digital pondrá de manifiesto la validez de las estrategias utilizadas. La colonización de los nuevos terrenos nos ha pillado sin herramientas de medición, sin una casilla en la hoja de cálculo que permita poner una fórmula adecuada al final del plan de medios, así que hay que estrujarse la cabeza y apostar por