El objetivo de la Unión Europea de llegar al menos al 20% de la producción mundial de microchips para 2030.
Una tormenta perfecta en las cadenas globales de abastecimiento ha comprometido el suministro de todo tipo de componentes y equipamientos básicos para el funcionamiento de infinidad de sectores de nuestro tejido productivo. Por ello, iniciativas como el PERTE de microchips, enfocado a impulsar la estratégica industria de los semiconductores, suponen un importante paso para mitigar la dependencia que tenemos actualmente en un ámbito clave, marcando además el camino para dar una respuesta eficaz al problema.
La pandemia de coronavirus, el accidente que bloqueó una semana el tránsito de mercancías en el estratégico Canal de Suez, la guerra de Ucrania, los últimos confinamientos de Shanghai que han paralizado uno de los puertos más importantes para el comercio mundial… Todo ello, ha generado un efecto bola de nieve que ha impactado de lleno en las cadenas internacionales de suministro, revelando su fragilidad y hasta que puntos somos dependientes de materias primas, productos, piezas y componentes que no fabricamos, y cuyo abastecimiento depende del normal funcionamiento de redes extensísimas que se prolongan a lo largo de miles de kilómetros, y que por tanto son muy vulnerables ante cualquier contingencia, no digamos ya a la acumulación de estas.
El ejemplo más revelador lo tuvimos en el desabastecimiento de mascarillas cuando irrumpió el covid-19, una carencia que nos puso ante el espejo del sinsentido que supone delegar el suministro de productos básicos en proveedores muy remotos, así como de todo lo que implica la renuncia a la fabricación en aras de una división internacional del trabajo regida por la mera ley de la oferta y la demanda, en la que siguiendo su lógica resulta imposible competir con los precios de los fabricantes asiáticos.
La importancia de unos componentes como los microchips
El desabastecimiento de mascarillas se resolvió pronto por lo sencillo que es fabricarlas. Más distorsiones está causando el cuello de botella con otros componentes tecnológicamente complejos como los semiconductores, ante las dificultades de sus principales proveedores, mayormente países asiáticos como Taiwán o Corea del Sur, para dar respuesta a una demanda mundial que no cesa de aumentar, debido a la necesidad creciente de microchips para coches, ordenadores, móviles, videoconsolas y hasta electrodomésticos tan cotidianos como las lavadoras.
Una tendencia que se incrementará exponencialmente cuando el despliegue completo de las redes 5G haga posible LoT, el Internet de las Cosas, con el que todos los dispositivos que nos rodeen estarán interconectados e intercambiando millones de datos a tiempo real, lo que traducido en chips solo es cuantificable en cifras de muchos ceros.
El PERTE de los microchips
Por ello, resultan muy valiosas iniciativas como el PERTE de los microchips, que prevé la inversión de hasta 12.000 millones de euros para potenciar la industria de los semiconductores en España, dentro de una apuesta que se enmarca en el objetivo de la Unión Europea de llegar al menos al 20% de la producción mundial de estos componentes claves para el 2030, desde el 9% que manufactura en la actualidad.
De hecho, el plan español va a financiarse con los fondos europeos de recuperación, aunque pretende atraer además tanto inversión privada como a empresas extranjeras especializadas en la producción de semiconductores.
Así, si el PERTE de los microchips tiene un óptimo despliegue supondrá potenciar un sector que produce bienes de alto valor añadido, pero también marcará una senda nítida sobre cómo ahorrarse en futuro problemas de abastecimiento por depender de frágiles cadenas de suministro globales.
La transición digital en el corazón de la recuperación europea
La mayor parte del Plan Europeo de Recuperación, denominado «Mecanismo de Recuperación y Resiliencia», dotado con 672 500 millones de euros, se destina a programas nacionales. Este mecanismo consiste en subvenciones (312 500 millones de euros) y préstamos (360 000 millones de euros). Si los Estados europeos ya se han beneficiado de los primeros pagos, su pago se extenderá hasta 2025.
A finales de abril, Francia, Alemania, Italia y Portugal presentaron a la Comisión Europea un «plan nacional para la recuperación y la resiliencia«. Un documento que demuestra que las medidas para las que se solicitan subvenciones europeas cumplen una serie de criterios.
Entre estos requisitos, figura la obligación de destinar al menos el 20 % de los fondos a la transición digital. Cada Estado miembro podrá asignar una parte más importante, siempre que respete los demás imperativos fijados por Bruselas, a saber, la asignación del 37 % de los gastos a los objetivos medioambientales europeos y el respeto de las recomendaciones por países del Semestre Europeo.
En un estudio comparativo de los veinte primeros planes nacionales presentados por los Estados miembros, el Instituto Bruegel señala importantes disparidades en la asignación de los gastos al objetivo digital. Los autores señalan que «los países que reciben cantidades relativamente más pequeñas como porcentaje de su PIB han presentado planes que se centran en el gasto verde y digital». Alemania destina 14.700 millones de euros a la transición digital, lo que representa el 52,5% de los 28.000 millones de euros en subvenciones. A la inversa, Eslovaquia, Rumanía o incluso Lituania tienen la intención de destinar alrededor del 20 % de los fondos que se les asignan. Por su parte, Francia presentaba una cifra del 25 %, revisada a la baja (21 %) después de la evaluación de los servicios de la Comisión.
La clasificación oficial clasifica los proyectos según seis objetivos, entre ellos el de «transformación digital». Sin embargo, como explica Bruegel, esta clasificación arbitraria no siempre es adecuada para hacer comparaciones. En efecto, la mayoría de los proyectos y reformas propuestos por los Estados miembros abarcan varios pilares: a veces es difícil clasificarlos.
Por último, 77 500 millones de euros del paquete de estímulo complementan el Mecanismo de Recuperación y Resiliencia. Estos fondos no se entregarán directamente a los Estados, sino que complementarán los programas europeos, como Horizon Europe for Research and Innovation, o el nuevo fondo para una transición justa. Asimismo, a través de la iniciativa REACT-UE, los Fondos Estructurales, como el Fondo Europeo de Desarrollo Regional, serán utilizados por las regiones para apoyar sus estrategias digitales.
Los fondos comprometidos en el marco del Instrumento para la recuperación y la resiliencia deben permitir a los Estados miembros concretar la «década digital», iniciada por la Comisión Europea. En marzo de 2021, el ejecutivo europeo presentó sus objetivos para la transformación digital de Europa en 2030, divididos en cuatro grandes categorías: competencias, infraestructuras digitales y sostenibles, transformación digital de las empresas, digitalización de los servicios públicos.
En particular, la UE espera luchar contra el «analfabetismo digital» garantizando que el 80 % de la población posea las competencias digitales básicas. Según Eurostat, solo el 56 % de los europeos se encontraban en esta situación en 2019. La Comisión también quiere duplicar la cuota de la UE en la producción de semiconductores o permitir que todos los ciudadanos tengan acceso a sus expedientes mediáticos en línea.
La idea de gravar el volumen de negocios de las empresas digitales, vuelve regularmente al debate europeo desde hace varios años. Sin embargo, su aplicación parece estar en peligro debido a las negociaciones internacionales sobre la reforma de la fiscalidad de las empresas. Muchos no quieren que se añada un nuevo impuesto europeo.