Alfred Hitchcock es, sin duda, uno de los autores más populares del siglo pasado. Un creador insaciable de proyectos que ha sido comparado con los arquitectos por la coordinación holística que tenía de sus films, llegando incluso a controlar íntegramente la publicidad tanto de sus películas como de su propia persona.
Desde el comienzo de su carrera, Hitchcock siempre tuvo claro que la promoción sobre su figura era esencial para poder mantener su libertad creativa. Tanto es así que en 1930 constituyó la Hitchcock Baker Productions Limited, una sociedad cuya única tarea era la de dar a conocer a la prensa las noticias referentes a sí mismo. Una pista que muestra que cuidaba la promoción hasta el más mínimo detalle. Como resultado, hubo una mayor presencia de Hitchcock en la prensa y se creó la imagen del cineasta como noticia perenne. Si la gente sabía que una película era de Hitchcock y tenía éxito, él podría seguir haciendo las películas que deseaba hacer, sin interferencias
Su obra maestra Psicosis (1960) también fue un trabajo exquisito en cuanto a la publicidad, con recursos raros hasta entonces, como la insistencia en su propia figura como icono o el establecimiento de sesiones con horario fijo y no continuo, o la prohibición de entrar una vez comenzada la película. De igual manera, la promoción a lo largo y ancho de todo el mundo, con fotografías llenas de ingenio donde él mismo aparecía como figura central (rodeado de viudas jóvenes, montando en karts, tomando el té con un león, etc.).
En su lucha contra la censura, Hitchcock logró varios hitos con Psicosis: mostrar un pecho desnudo, si bien desenfocado; encargar un cartel que enseñaba por vez primera a una estrella en sujetador; comenzar la película con una larga escena de besos de dos figuras semidesnudas; y, lo más ofensivo para los censores, enseñar en dos secuencias un retrete —una novedad en el cine de Hollywood—, incluido el sonido de la descarga de la cisterna.
La secuencia más famosa de toda la obra de Hitchcock es el asesinato en la ducha. Planteada como un ejercicio de construcción visual, el director la concibió sin música, con la participación expresiva de sonidos de varios tipos. Solo más tarde, durante la fase de posproducción, Bernard Herrmann le sugirió añadir una pieza musical. Una vez comparados los resultados, Hitchcock se decantó por la opción del compositor.
Sus cameos también fueron una publicidad deliberada para el director. De esta manera lograba que el público le conociera físicamente y le buscara en sus películas, convirtiéndose en protagonista hasta el punto de que tuvo que pasar a hacer sus apariciones al principio de las películas para no distraer al público.
Por otro lado, Hitchcock no dudaba en ningún momento de utilizar su imagen para promocionar sus películas, como demuestra el tráiler original de Con la muerte en los talones. Para aquel entonces su imagen era sobradamente popular gracias también a la promoción de los capítulos de su serie televisiva, Alfred Hitchcock presenta.
Como vemos, Hitchcock era un maestro en el control no solo de la película que quería hacer técnicamente, sino también de la conducta que deseaba por parte del público. Un referente inspirador que ha marcado camino a los actuales cineastas, publicistas, diseñadores, fotógrafos o cualquier creativo que se precie de serlo.
*Laura Fernández, responsable del área de colecciones y exposiciones de Fundación Telefónica