No se si os gusta el estilo gótico, pero a mi me apasiona, tanto por lo que supone la disponibilidad de los espacios para la escena como por la capacidad de dotar de luz a la misma. Todos los acercamientos que he hecho, tanto al gótico como al románico, me iban confirmando la idea de Fulcanelli de que la catedral es el libro de los analfabetos, las hojas en las que la Iglesia dejaba escrito lo que el pueblo debía saber de la vida y milagros narrados en la Historia Sagrada así como de los horrores que esperaban al que separaba del camino marcado.
Pues bien, la consagración de esta teoría me ha llegado sentado frente a las vidrieras de la Sainte Chapelle de París, el primer cómic a color verdaderamente completo, encuadernado y coherente del que tengo noticia.
Si se siguen las escenas de las vidrieras, la secuenciación, la forma en la que se estructura la narración propuesta, veremos que el edificio no es más que el libro que contiene la historia y que los que están dentro no se pueden sustraer de la fuerza con la que la narración se hace oír.
¿Y? Pues eso, que cuando en publicidad damos vueltas en torno a la mejor forma de comunicar algo, podemos acordarnos de la lección del gótico: lo simple llega y permanece. Si lo entiende un analfabeto y le emociona, habremos creado un original muy bueno. No se puede decir que a la Iglesia no le funcionara la receta.
Lecciones de la historia.
(*) Juan Manuel Beltrán es director de compra en Mediacom.