Creo sinceramente que en las agencias de publicidad ha existido y existe mucho talento, pero que hemos realizado un pésimo trabajo para la dignificación de nuestra profesión o nuestro oficio.
Ese prestigio se obtiene de muchas formas. Algunas más sencillas o controlables, como nuestros mensajes, nuestras campañas de agencia. En ese aspecto creo que andamos justitos, muy justitos. Pero si a lo que decimos, le añadimos lo que hacemos, entonces el panorama es más desalentador. Si nosotros mismos no nos respetamos, cómo vamos a conseguir que nos respeten.
Aceptamos todo tipo de concursos. Aceptamos todo tipo de contratos, en algunas ocasiones claramente desfavorables. O aceptamos trabajar en unos tiempos que hacen imposible una respuesta seria, profunda y profesional.
La consecuencia es que cada vez entramos más tarde en los procesos y consultas.
Que cada vez parece que aportamos menos valor. Y por tanto nuestra relevancia pierde peso específico.
Pero además de todas estas virtudes, tenemos otra gran virtud. ¡Qué poco nos respetamos entre nosotros!
Y ahí viene la segunda acepción de la frase. Y viene más por el cuchillo, aunque no siempre es de palo.
Aún recuerdo las lamentables entregas de premios en San Sebastián, donde una buena parte del auditorio silbaba, gritaba e incluso pataleaba. Se sabía que el abucheo iba hacia un jurado, pero quien lo recibía eran los afortunados que bajaban a recoger el premio. Afortunadamente esos momentos se han superado, aunque aún reina cierta inquietud en estas ceremonias.
Pero ese espíritu autodestructor sigue apareciendo en diferentes ocasiones.
Por mencionar permítanme reflejar dos.
Por primera vez en la historia, el sector publicitario se ha organizado para ir a vender la marca creatividad española en el centro económico del mundo. Tan sólo hace unos días tuvo lugar la primera edición del COME en Nueva York. El objetivo es tan sencillo como ambicioso. Colocar la creatividad española en el lugar que creemos que le corresponde. Creo que la iniciativa se merece todos los aplausos. Creo que cualquier nueva iniciativa tiene dificultades en las primeras versiones, y seguro que muchas cosas por mejorar. Sin embargo, he oído, leído, escuchado bastantes peros. Está bien que seamos exigentes, pero por encima de todo creo que debemos ensalzar a los cuatro vientos la iniciativa.
El primer éxito es pensarlo y proponerlo. Ha tenido que venir alguien de afuera para activar una iniciativa de este calibre (Pablo, disculpa por el tratamiento de foráneo). Y como premio en diferentes ámbitos se le reprocha que su agencia tuviera una destacada presencia. Yo estuve en el origen del proyecto y en el proceso de selección de los casos. Tanto por los trabajos, como por lo que representa de la creatividad española, y también por su iniciativa, tiene más que merecido la presencia en ese certamen. Seguro que hay otras muchas compañías con méritos suficientes para ser perfectos embajadores de la creatividad española. En el futuro habrá más oportunidades.
Por otro lado, también he leído en titulares la dificultad para conseguir un mayor y mejor quórum en el auditorio. Se podrá mejorar, seguro, pero es el primer paso y ante todo deberíamos sumar esfuerzos y sentirnos orgullosos de este tipo de esfuerzos colectivos.
El segundo ejemplo es el programa de El aprendiz. Los datos de audiencia realmente no son muy alentadores, pero de ahí a intentar desprestigiar al que fue designado como el mejor publicitario del siglo XX me parece, en primer lugar, una falta de respeto hacia su persona; y en segundo lugar, una falta de respeto a la profesión. También me acuerdo de Risto, y de declaraciones parecidas acerca de si estaba dando buena o mala imagen del sector