“La falta de reciclaje o actualización puede dejarnos fuera del mercado laboral en muy poco tiempo”. Así de claro y contundente se expresa Albert Garcia Pujadas, CEO y cofundador de Foxize, en el siguiente artículo sobre empleabilidad donde destaca que no existe una receta mágica para vivir mejor, sino una motivación que nos impulse a hacer lo que hacemos con corazón.
Hace muchos años, cuando cursaba EGB me obligaron a leer el Cantar del Mío Cid. Me parecía una tortura. Fui incapaz de leerlo, pero como había que entregar un trabajo, tuve la brillante idea de “aprovecharme” del trabajo de mi hermano mayor… solo cambiando las tapas de su trabajo. Y así lo entregué. Tan tranquilo. Evidentemente, mismo trabajo, misma asignatura, mismo profe…. Me gané un merecidísimo cero y me obligué a leer, ahora sí, el dichoso libro.
Cuando hablamos de aprendizaje muy a menudo apelamos a la aptitud y a la actitud. La aptitud como la capacidad para hacer algo, y que hace referencia a ciertas condiciones innatas y adquiridas para desempeñar una actividad (en el caso anterior, leer un libro). En cambio, la actitud hace alusión a la forma de actuar, a nuestra postura frente a algo, lo que es fundamental a la hora de mejorar las aptitudes.
La actitud depende de las motivaciones extrínsecas (que te aprueben, que te den un título), pero sobre todo de las intrínsecas (disfrutar leyendo un clásico de literatura). Como docentes tenemos la obligación de intentar estimular a nuestros alumnos −ya sean niños, adolescentes, profesionales o jubilados−, para ayudarles a descubrir el placer de aprender, de pensar, de tener criterio.
Después de muchos años de docencia, todavía sigo encontrándome con profesionales que tienen claro por qué aprenden, pero demuestran grandes dificultades para responder a la pregunta de “para qué” aprenden. Y es que los procesos mentales que se desarrollan cuando haces una u otra pregunta son completamente opuestos. Las razones (y el éxito) en aprendizaje también.
El “por qué”, que sería el motivo, evoca más bien el pasado y suele ser un reflejo de ciertas creencias o convicciones. A menudo, estas creencias nos bloquean y atascan. En realidad, lo que nos movilizaría sería encontrar el “para qué”, la motivación. Aquello que nos define, que prioriza el futuro, que despierta el verdadero significado de lo que hacemos y que nos impulsa a hacer lo que hacemos desde el corazón.
Recetas mágicas, rutinas y hábitos
Nuestra actitud es la piedra angular de nuestro “sistema” de aprendizaje, pero muchos necesitamos ejemplos o referencias para actuar, un método para empujar el convencimiento personal. Porque, lo cierto, es que no es tarea sencilla tener una vida organizada, decidir qué aprender y para qué, hacer un plan de actuación, establecer unas rutinas, unos hábitos y medir los resultados para poder valorar nuestro esfuerzo. Es más fácil inspirarse o directamente seguir unas guías, como la de “las 10.000 horas para ser un genio” o la más reciente “regla de las 5 horas”, y convencernos que con ello probablemente tengamos más posibilidades de éxito que si no planeamos nada.
Pero más allá de estas “recetas mágicas”, existen numerosos estudios que indican que estimular y mantener la actividad cognitiva tiene efectos neuroprotectores, y que hacer ejercicio cognitivo (es decir, aprender) nos ayuda a vivir mejor. Entonces, ¿por qué nos cuesta tanto? Probablemente porque ese “para qué” sea más atractivo para los que ya están pensando en la jubilación y no para aquellos que están preocupados por su rol en el cambiante entorno profesional. Un contexto profesionalmente muy exigente y competitivo. Pero en mi opinión, nos equivocamos al no darle importancia a nuestro particular “para qué”, ya que la falta de reciclaje o actualización puede dejarnos fuera del mercado laboral en muy poco tiempo.
¿Hay una solución?
Pues creo que no hay una receta mágica y menos una para todo el mundo. Entrenarse durante 10.000 horas o dedicar 5 horas a la semana al estudio no tiene por qué ser contraproducente. Lo que sí es contraproducente es la expectativa de obtener el mismo resultado que el de al lado.
El tiempo y el esfuerzo deben ir en proporción al propósito, ya sea hacerse un hueco en el mercado laboral, reorientarse profesionalmente, convertirse en un experto o asumir nuevos retos profesionales con más garantías. Luego tocará establecer una rutina y unos hábitos que te llevarán al punto que deseas. Aquí hay una premisa básica: la formación debe adaptarse a la persona y no al revés. Cuanto más personalizable, flexible y accesible sea, mejor.
Personalmente me gusta aprender. En mi caso particular el ‘para qué’ es una mezcla entre curiosidad (mucha lectura, aunque no precisamente el “Cantar del Mío Cid”) y un interés por ayudar a otras personas en su proceso de transformación. Entre esa mezcla he hallado un buen equilibrio. Tal como afirmaba el psiquiatra estadounidense William Glasser, uno de los mejores métodos de aprendizaje es tratar de enseñar lo que uno cree que sabe a los demás. Y ese, sin duda, constituye gran parte de mi propio sistema de aprendizaje.
Sobre el autor
Albert Garcia Pujadas es CEO y cofundador de Foxize, plataforma de cursos presenciales y online especializados en negocio digital y empleabilidad. Es autor, junto con Aina Fernández Aragonès, del libro “Libres o vasallos. El dilema digital”. Puedes seguir sus artículos en su blog qtorb. En él habla de la evolución de la sociedad digital, la innovación y su impacto en el marketing y en la vida real.
Descárgate el eBook gratuito: “The Future Of Work: 30 claves, 30 autores”
Este artículo de Albert Garcia Pujadas forma parte del eBook colaborativo The Future OF Work: 30 claves, 30 autores. En él encontrarás 30 puntos de vista sobre el futuro del trabajo. A lo largo de sus páginas se abordarán cuestiones como ¿qué está pasando en el mundo y en las organizaciones?, ¿cuáles son las habilidades necesarias que las personas necesitan tener para desarrollarse ante el cambio laboral?, ¿podrán convivir la inteligencia artificial con la colectiva? Está en manos de todos definir este futuro.