Cabe plantearse entonces cuáles han sido los ejes de su éxito y cuál es su rol en el paisaje del consumo.
Podemos decir que, como consumidores, cuando compramos, intercambiamos dinero por productos a la espera de recibir un valor al menos igual a lo pagado. Este valor viene definido tanto por el intrínseco del producto/servicio, como por aspectos emocionales y/o ligados a las experiencias de compra, consumo o disfrute. Es decir, el valor de un producto reside en la solución funcional que cumple (esencial), pero también en la relación emocional que se establece con él e, incluso, en la dimensión trascendental (qué dice de mí que esté consumiendo/se me vea consumiendo dicho producto).
En este contexto, la mentalidad del consumidor ha ido evolucionando en los últimos años, centrándose sobre todo en la parte puramente intrínseca del producto, asociando valor a coste y, por tanto, enfocándose en la variable del precio. Así surgió primeramente el concepto de MDD y, más recientemente, los conceptos de low-cost, outlets