Los miembros de un hogar no comen a la misma hora ni comparten los mismos gustos. Unos tienen una estricta dieta baja en calorías, otros ni siquiera usan la cocina para cocinar o consumen commodities de marcas blancas de precio reducido, pero no escatiman en productos gourmet de capricho o placer de reconocidas enseñas.
Los avances tecnológicos, el envejecimiento de la población y su longevidad, la inmigración, el poco tiempo que tenemos para todo, el incremento de hogares emergentes (unipersonales, monoparentales, parejas sin hijos…), la búsqueda permanente de la salud, más comodidad y bienestar, todo, sin duda, influye en el diseño de los envases de hoy y mañana.
Observación, interpretación anticipación son tres palabras clave para los que participamos en la cadena de valor, y debemos estar muy alerta.
Citando a F. Madia de Souza, “el cliente es una animal raro llamado Camaguro (camaleón y canguro) porque fácilmente cambia de gustos y, si lo descuidamos, salta hacia la competencia y desaparece sin ser visto de nuevo”.
El consumidor está informado, es exigente y, como consecuencia, tiene un bajo concepto de la fidelización.
En mi opinión, alimentada por diferentes investigaciones sobre el tema, he aquí las líneas que van a marcar el futuro: