Los miembros de familia se ocupaban de todo, incluso hacían ellos mismos la publicidad de los productos en vez de recurrir a profesionales y, como siempre ocurre en estos casos, su particular visión del universo y su no pequeña ambición se proyectaban en sus anuncios.
El propio nombre de Don Pimpón sugería cierta casposidad ancestral, muy hispana, como de personaje de cuento de Calleja. Las locuciones de sus spots parecían sacadas del NO-DO, haciendo sospechar al respetable que el locutor era Don Pimpón en persona. Los fondos eran austeras mesas blancas con iluminación degradada a gris. No había música, tal vez para que nadie se distrajera del mensaje principal, y el anuncio, en ausencia de packshot o cierre o algo similar, parecía no tener principio ni fin.
Don Pimpón había encontrado su sitio a base de ser el chivato-acusica del sector, y de compararse con los demás. Se estrenó haciéndolo con el zumo de una poderosa multinacional, conquistando con ello muchas simpatías