Un filósofo griego, de cuyo nombre sí quisiera acordarme, dijo: Hasta un átomo hace sombra, para subrayar la importancia de todo, por pequeño que nos parezca.
Y una simple cuña de radio puede suponer el síntoma casi inapreciable de lo que puede desembocar en la degeneración de la imagen de un anunciante.
Pueden preguntarse: ¿qué hace un director de arte escribiendo sobre radio? La respuesta es sencilla: el sonido crea imágenes en la mente del que escucha.
Esta realidad decidió mi implicación, desde el primer trabajo, en la sonorización de los spots y cuñas radiofónicas de los clientes. Incluso en más de una ocasión me he visto obligado a simultanear mi trabajo colaborando con el estudio de turno en la producción de cuñas enviadas vía fax o e-mail por una agencia o creativo demasiado ocupados para atender esas pequeñeces.
La cuña que oí estas vacaciones es un ejemplo del riesgo de utilizar, con desconocimiento, el antropomorfismo como técnica creativa. En ella, dos precios, locutor y locutora, mantienen un diálogo. Uno de ellos se define como “precio rebajado”; el otro se revela como “cero euros” y finaliza su discurso con un juego creativo de intenciones afirmando que “no valgo nada”.
¿Adivinan cuál es el precio masculino y cuál el femenino? ¡Bingo!
El precio femenino, “no valgo nada”. Y aquí comienza el perverso juego de las asociaciones en la mente del o la radioescucha.
Si añadimos que la cuña está firmada por uno de los mayores, por inversión, anunciantes españoles cuyo target principal de heavy users lo componen mujeres, caerán en la cuenta de que no escribo esta crítica desde una supuesta demagogia igualitaria. Sino desde la preocupación de ver como día a día la inexperiencia, falta de fundamentos, los brain storming por libre y la autodestructiva frivolidad con la que consideramos nuestro trabajo, se demuestran como una metástasis irreversible.
(*) EduarDo Oejo es asesor de Comunicación Visual
oejovisual@yahoo.es