Una vez celebrado el debate a cuatro bandas que organizó Atresmedia, el próximo 14 diciembre llegará el debate televisivo en el que la Academia de la Televisión reunirá, cara a cara, al presidente del gobierno Mariano Rajoy y a Pedro Sánchez, líder de la oposición.
Tras la celebración de un debate televisivo durante una campaña electoral, analistas y ciudadanos se apresuran a elegir un ganador y a opinar sobre la desenvoltura, el autocontrol o la telegenia de cada uno de los adversarios. La imagen es tan importante como las propuestas de los candidatos.
Independientemente del resultado, la preparación de un debate televisivo representa un duro trabajo para los candidatos y sus equipos de campaña. Para ayudar a entender cómo se suelen diseñar este tipo de intervenciones tan decisivas para los partidos políticos, Mas Consulting Group, firma internacional especializada en asuntos públicos y relaciones gubernamentales, ha elaborado un decálogo sobre las prácticas que ayudan a ganar un debate en la televisión:
1. Estudiar y ensayar. La primera fase del debate es el predebate, en el que se negocian los formatos y las reglas del cara a cara. En Estados Unidos se encarga la Comisión de Debates Presidenciales, en España representantes del equipo de campaña de cada partido. El candidato ha de conocer al detalle cómo se desarrollará el debate, los tiempos, los turnos, la escenografía, los temas a tratar, etc. Por ello, la preparación y el ensayo es importante, ya que en la medida en que el portavoz se sienta cómodo con su discurso, sus argumentos y todos los elementos externos, será capaz de transmitir mayor seguridad.
2. Conocer al adversario. El equipo de campaña debe trabajar con el candidato ayudándole a conocer los puntos fuertes y puntos débiles de sus adversarios, su estilo como orador, sus trucos, sus mensajes, etc. Las grandes batallas se ganan antes de llegar al terreno de juego, por lo que un buen archivo audiovisual con intervenciones de los oponentes puede ser un gran aliado para preparar un debate.
3. Definir la estrategia. Una vez estudiado a fondo el formato y el adversario, se debe establecer la estrategia que se seguirá delante de las cámaras. La mejor improvisación está perfectamente preparada, por lo que el candidato tiene que comenzar el debate con una hoja de ruta sobre qué, cómo y cuándo decirlo.
4. Condensar el mensaje. Uno de los mayores problemas de los políticos suele ser el intentar contar todo. En televisión el tiempo es limitado. Menos es más. Siempre debe primar la calidad frente a la cantidad de información.
5. No aburrir. Los políticos suelen estar acostumbrados a regirse por los códigos del Congreso o las comisiones, que suelen ser la antítesis de la diversión. Por ello, el candidato ante las cámaras no puede hablar del mismo modo que en un parlamento. El porcentaje de personas que cambiarán de canal durante el debate será directamente proporcional al uso de términos técnicos y jurídicos habitualmente empleados en la política. El éxito de la televisión se basa en conectar con la gente a través de las emociones y, guste o no, los mejores oradores de la política a lo largo de la historia eran muy conscientes de este punto. Ronald Reagan, Bill Clinton o John F. Kennedy conocían muy bien el poder de las emociones para llegar al público.
6. Dar buenos titulares (y tuits). En el mejor de lo casos, el debate será seguido por una gran audiencia pero la gran mayoría de los ciudadanos se hará una idea de lo que se ha dicho (y quién ha ganado) por lo que se comente en las redes sociales y por lo que lea en los periódicos, oiga en la radio y vea en la televisión al día siguiente. Por ello, la clave es ofrecer buenos titulares, complementados con ejemplos y anécdotas.
7. Preparar la apertura y el cierre. La apertura y el cierre son normalmente los momentos de mayor interés en el debate y el candidato debe prepararlos con esmero. Cómo quiere arrancar y qué tono quiere marcar y qué último mensaje quiere transmitir en el cierre para que los votantes confíen en él son clave para un buen debate.
8. Vestirse para que nadie hable del atuendo. Aunque a los medios de comunicación les encanta este asunto, las corbatas, los trajes y los peinados no ganan debates. El público se quedará con una impresión general sobre el candidato: si transmite confianza, firmeza, enfado, humor, empatía, tibieza, confianza, etc. Esa impresión es el cúmulo de muchos elementos y la apariencia externa es uno más. La clave es que el atuendo y los complementos pasen lo más desapercibidos posible y que no empañen lo esencial: el mensaje.
9. Vigilar el lenguaje corporal. Tan importante es lo que se dice, como la manera de decirlo. Los gestos, la mirada y la voz comunican tanto como las palabras, así que es importante que el lenguaje corporal acompañe y refuerce nuestro mensaje. La clave está en la naturalidad y en corregir los tics más molestos. Las cámaras siempre desmontan lo artificial y agradecen la sinceridad.
10. Coordinar al equipo para el postdebate. Las tres fases del debate son: predebate, debate y postdebate. El trabajo no termina cuando se apagan los focos y las cámaras. Hoy en día, cuando el ciclo informativo dura 24 horas y hay una conversación constante a través de las redes sociales, el candidato necesita contar con un buen equipo capaz de transmitir un mensaje coordinado sobre qué ha pasado en el debate. Los medios de comunicación y las redes suelen ser los jueces que determinan quién gana y quién pierde, por lo que la labor de influencia sobre los jueces forma parte de la liturgia del postdebate.