Tanto Eduardo Maclean como Jaime de la Peña fallecieron el pasado año, con apenas unos meses de diferencia, y ambos se mantuvieron activos hasta casi el último momento. Francisco Daniel, que tenía estudio propio, Studio Daniel, se retiró de la realización hace unos cinco años y permanece alejado de la profesión desde entonces.
Con ligeras diferencias de edad, los tres se hicieron famosos en la década de los ochenta y siguieron trabajando en las dos siguientes. Tenían estilos y formas de trabajar diferentes, pero compartían una obsesión por los detalles y una preocupación estética que era infrecuente en esos momentos en España.
Cada uno de los tres tenía características propias y especialidades, pero el que cualquier de ellos aceptase realizar un spot era un respiro para los creativos; sabían que obtendrían siempre un resultado impecable. Hoy en día puede parecer increíble, pero durante más de dos décadas, se podía decir que existía una especie de lista de espera para trabajar con ellos.
Estilos diferentes
Francisco Daniel trabajó con agencias de toda España, pero sobre todo de Barcelona, donde tenía su estudio, Studio Daniel. Era considerado un maestro de la luz, con la que añadía a sus películas un aire de misterio infrecuente en la publicidad del momento. Sus trabajos para Danone, Vileda o Sanex, se mencionan como si de estilos pictóricos se tratase. Los bodegones se le daban especialmente bien, como las películas que hizo para Cordón Negro, de Freixenet, que también tuvieron su reconocimiento en Cannes.
De Eduardo Maclean se decía, a su vez, que era un gran viajero y casi desde sus inicios viajó a lugares remotos buscando escenarios asombrosos para sus películas. Algunas marcas como Larios o JB se beneficiaron de esa búsqueda de exotismo, aunque también era capaz de reproducir el localismo más cercano, como hizo en sus campañas para Renfe (Saeta) o para Once. Para este último anunciante creó uno de los primeros teasers que conoció la publicidad española, y fue, sin lugar a dudas, el más notorio: “El Cuponazo”.
Por último, Jaime de la Peña, el más joven de los tres, fue de los primeros creativos que tuvo claro que lo suyo era la realización y se centró en ella, primero desde su propia productora, JDP, y más tarde desde otras productoras. En 1978 se unió a Pepe Fons y a Group Films, y allí trabajó los siguientes 20 años. Posteriormente colaboraría con otras dos productoras, Ovideo y Tesauro. Entre sus películas más populares había una recreación de La Bella durmiente, para Trex, o un vestuario de jugadores de rugby que, tras pasar por la ducha y perfumarse con Nenuco, se convertían en tiernos bebés.