¿Cómo nos ganamos la vida los que trabajamos en agencias de comunicación, de publicidad y en otras industrias creativas? ¿Qué les explicarás a tu madre o a tu tía cuando te pregunten en la próxima reunión familiar? ¿Cuál es nuestro papel en la economía moderna, qué valor aportamos a la sociedad?
Cuando hago estas preguntas a mis colegas, normalmente ya han hecho esta reflexión y suelen pronunciar un discurso bastante elocuente sobre cómo todos nosotros ayudamos a las empresas a prosperar, crecer, generar beneficios y empleo. Suelo estar de acuerdo en que este es nuestro papel, y de hecho pienso que nuestra influencia tanto sobre la vida de nuestros clientes como sobre la del consumidor medio es mucho mayor que la de otras profesiones. A fin de cuentas, una gran parte del trabajo de las agencias de comunicación, publicidad y marketin está expuesto a la mayoría de la población de nuestro mercado, y no solo les incita a comprar sino que en muchas ocasiones les satisface e incluso les inspira. Ni siquiera la mayoría de superproducciones de Hollywood son vistas por más de un tercio de la población, mientras que una campaña de televisión puede alcanzar hasta un 80% de los consumidores, jóvenes y adultos. No es difícil conseguir que casi cualquiera se lance a opinar sobre la última campaña de Coca-Cola, pero para debatir sobre Wonderwoman has de buscar un foro específico.
Vemos nuestro trabajo no ya como importante y significativo, sino incluso como una parte esencial de la sociedad, y pensamos con naturalidad que sin nosotros el mundo dejaría de girar y todo se convertiría en una pesadilla soviética gris.
Pues bien, recientemente me topé con una encuesta que ordenaba las diferentes profesiones en función del respeto que suscitan en la sociedad. Seguramente no te sorprenda que la gente respete a los médicos, a los jueces o a los jefes de Estado. Siguiendo el ranking nos encontramos profesionales como capitanes de barco, enfermeros, pilotos, profesores y educadores infantiles. Apenas hay sorpresas, teniendo en cuenta que esos perfiles tienen en sus manos nuestras vidas y el futuro de nuestros hijos.
Lo que te puede sorprender es que desgraciadamente la mayoría de la gente no ve que nuestras profesiones (vagamente descritas en esta encuesta como “publicistas”) sean tan importantes para la sociedad como nosotros creemos. Siendo franco: estamos en la categoría más baja de respeto, compartiendo espacio con profesiones mundanas como basureros, lavaplatos, empleados de cadenas de comida rápida y taxistas. Incluso los políticos, que hoy por hoy no gozan de una gran tasa de respeto, son vistos como más competentes que nosotros. Y siendo completamente honestos con nosotros mismos, sería más molesto para la mayoría de la gente que los basureros o los taxistas desaparecieran de la noche a la mañana, que el fin de la publicidad o el diseño.
No creo que sea necesario explicar a la gente inteligente y con experiencia por qué necesitamos desesperadamente más respeto, así que la única pregunta es qué podemos hacer para empezar a escalar puestos en la jerarquía de respeto profesional. Tengo un sueño: un día, mi profesión será como mínimo tan respetada como la de un fontanero o un trabajador de una fábrica, y no tendré que mentir a mi madre diciéndole que trabajo como pianista en un burdel (como reza el viejo dicho).
Y no haría esta pregunta si no tuviese una respuesta preparada (la gente de publicidad suele hacerlo). Mi receta es sencilla pero inusual en nuestra industria.
Sé honesto.
Sé transparente.
¿Cómo afectan a nuestra reputación los constantes escándalos de sobrefacturación, comisiones ilegales, sobornos o, Dios nos libre, agencias de comunicación y publicidad que ofrecen sobornos a clientes y otros socios? Comparación fácil: no importa cuán respetados sean los jueces del Tribunal Supremo, si uno de ellos es sospechoso o acusado de mentir ya puede despedirse de su reputación. La de todos sus colegas también se verá afectada. Y si varios (o la mayoría de ellos) son acusados de recibir sobornos, la de toda la profesión se verá empañada por mucho tiempo. Exactamente lo que nos ha pasado a nosotros y a nuestra reputación.
Empecemos a cambiar nuestra conducta desde hoy. Supondrá un gran esfuerzo y requerirá una profunda transformación de toda la industria, pero al final todos nos beneficiaremos de ello. Nuestro consejo se repondrá y será escuchado, como el de los abogados. No tendremos que pensar más en vender nuestro trabajo; los médicos no han de preocuparse de vender operaciones quirúrgicas u otros tratamientos. Podemos cobrar una cantidad justa por nuestro trabajo sin estafar o regatear; los jefes de Estado más respetados no lo hacen.
Afrontémoslo. Ganemos el respeto que merecemos. Camioneros y mecánicos, ¡vigilad vuestras espaldas! Aquí estamos. En lo más alto de la escala del respeto profesional.
Ami Hasan
Fundador y presidente de Hasan & Partners Group, y presidente del Art Directors Club of Europe (ADCE)