No les gustamos, nos rechazan, nos suprimen, nos evitan, nos zapean y hasta nos borran. Son capaces de instalarse grabadores personales y programas anti banners por no soportarnos. ¿Nos odiarán?
Además, al fin y al cabo, es que no se enteran. Cada vez que se compren un coche, un piso, una rosquilla o un delantal van a pagar una pequeña parte de esa publicidad, que con tanto cariño hacemos, vía incremento de precio, nos vean o no nos vean.
Si no acertamos con el público objetivo, se nos va la mano con la creatividad, o se nos desliza algún medio menos efectivo. Pero entonces no pasa nada, ya pagarán un poquito más en el precio final, y listo.
Sería como una especie de impuesto publicitario bastante parecido al impuesto sobre el valor añadido, pero con un porcentaje flexible en función de la eficacia. Vamos, un sueño para Solbes o cualquiera de sus compañeros. ¿Alguien les ha preguntado a ellos?
Vamos a ponernos en sus zapatos. Tú me quieres vender un coche, mejor dicho, seducirme para que escoja tu modelo y tu marca. Para agradarme, lo primero que vas a hacer es cortarme la película en el momento más interesante (mal comienzo). Sí, ya sé que gracias a ti existen las televisiones y me ponen las películas que me gustan, pero, cuando estoy en el sofá, no suelo acordarme de ese detalle. Además, con una parte de mis impuestos también mantengo a varios canales y a muchas productoras de cine. Sigamos.
Ya que me has interrumpido la película, imagino que tienes algo importante que decirme. Sin embargo descubro que me hablas en un tono muy impersonal, como si le hablases a millones de personas que no tienen (como es mi caso) el dinero fresco en el bolsillo para comprarse el coche la próxima semana. En fin