¿Qué tal si recuperamos la (buena) calidad en el diseño?

La Real Academia Española define el término calidad como “propiedad o conjunto de propiedades inherentes a algo, que permiten juzgar

La Real Academia Española define el término calidad como “propiedad o conjunto de propiedades inherentes a algo, que permiten juzgar su valor”. Se trata, pues, de un término neutro que depende del adjetivo que lo acompañe. Esto, que puede parecer una nadería, es, sin embargo, muy importante para el sector del diseño en España, porque en pocos años hemos protagonizado un cambio de adjetivo que nos ha llevado de la buena calidad a la mala calidad.

Han sido varios los factores que nos han llevado hasta la situación actual, pero la razón principal del deterioro de la calidad ha sido, sin duda, la reducción progresiva de presupuestos y recursos. Por una parte, los estudios de diseño han proliferado en los últimos años, sobre todo a partir del momento en que el desarrollo de software y de potentes equipos informáticos ha facilitado la implantación de estudios de meros aficionados que desean probar suerte en el campo profesional. El aumento de la competencia cualificada, lejos de ser negativo, supone siempre un estímulo creativo. Verdaderamente nefasta está siendo, en cambio, la aparición masiva de seudoestudios y otras estructuras similares relacionadas con el diseño que intentan suplir su falta de profesionalidad con campañas permanentes de rebajas, es decir, ofreciendo sus servicios a precios irrisorios y ofensivos para los auténticos profesionales.

Intrusismo profesional

Por otro lado, los clientes se suben casi siempre al carro del intrusismo profesional aprovechando las rebajas que se les ofrecen. No es un delito, claro que no. Pienso que esta opción empresarial responde más bien a un momento de fuertes reestructuraciones y recortes presupuestarios que está sufriendo el mundo empresarial. Sea por la razón que sea, las empresas que deciden confiar en organizaciones de profesionalidad dudosa corren el riesgo de dejar su imagen corporativa y la de sus productos y servicios en manos poco expertas e infraestructuras de poca envergadura, incapaces de responder con eficacia ante avalanchas puntuales de proyectos o de asesoramiento en momentos clave.

Y, por si fuera poco, el colectivo de diseñadores profesionales no dispone actualmente en España de un organismo asociativo suficientemente fuerte y representativo para hacer frente a esta situación. Así, la suma de todos los factores citados deja a los profesionales del diseño en una situación francamente difícil, porque no pueden mantener unos estándares mínimos de calidad trabajando con bajos presupuestos. Y, si se suman al carro de las rebajas para mantener a sus clientes, no hacen otra cosa que contribuir a la expansión del intrusismo, al detrimento de los proyectos de calidad y a la muerte de la creatividad.

Por eso resulta tan difícil hoy en día encontrar proyectos de diseño audaces, rigurosos y cualitativamente aceptables. Por eso muchos estudios profesionales no tienen otra opción que sustituir su cuota de creatividad por otra, muy diferente, meramente de servicio. De seguir así, pronto nos veremos obligados incluso a presentar listas de servicios estándares y, sobre todo, tarifados, pues parece que a muchos clientes les interesan mucho más las cifras que el alcance de los proyectos en sí.

La Real Academia Española también define la calidad como sinónimo de carácter y genio. Lamentablemente, dudo que hoy por hoy esta definición sea del todo correcta, porque la calidad está perdiendo todo su carácter y su alma, su genio. ¿Y si tratamos de restablecer todos sus atributos al concepto de calidad? Quizá no sea aún demasiado tarde