Ese nuevo (para nosotros) término es el de homeshoring que, con toda seguridad, encontrará su lugar y madurará en nuestro mercado durante el próximo año. Según datos de IDC el número de empleos en homeshoring aumentó en un 20 por ciento en Estados Unidos, durante el año pasado, hasta llegar a los 112.000 puestos de trabajo. En 2010 se espera que esos puestos sumen 330.000 empleos.
La tecnología, de hecho, está madura desde hace poco más de un lustro para acoger esta nueva forma de trabajar, consistente en la contratación de colectivos de población que suelen verse apartados de los mercados de trabajo que contempla la economía tradicional. Se trata de personas que desarrollan su vida en las zonas rurales, madres (y algunos padres) que ya han cumplido sus objetivos familiares y desean reincorporarse al mercado laboral remunerado, colectivos de jóvenes, parados de larga duración y, por supuesto, los colectivos de discapacitados, que ven reducidas sus posibilidades a causa de las abundantes barreras arquitectónicas que deben superar.
El homeshoring va a abrir un amplio abanico de posibilidades desde múltiples puntos de vista. Tradicionalmente los centros de contacto han encontrado un mayor asentamiento en los grandes núcleos urbanos españoles, debido a que los antiguos modelos tecnológicos precisaban de un soporte técnico continuo y especializado. Esto ha generado una gran rotación, cuyos costes asociados han sido de gran importancia para las empresas. El offshoring, por su parte, también ha obligado a efectuar importantes inversiones en la realización de estudios de viabilidad en otros países, preferentemente latinoamericanos.
Es de esperar que el homeshoring venga a eliminar los costes asociados con estos estudios, evite la rotación gracias a su implantación en núcleos donde los colectivos sean más estables y genere nuevos puestos de trabajo en muchas administraciones locales que han visto mermado su mercado de trabajo en los últimos años.
A todo esto se añade el hecho de que permitirá que las empresas se adapten sin problema alguno a las situaciones coyunturales de sus empleados, en la medida en que éstos trabajarán en unas condiciones de alta flexibilidad laboral que disminuirán la rotación e incrementarán la productividad. Por su parte las organizaciones dispondrán del mismo control que si el centro de contacto estuviera centralizado.
Por otro lado, en la teoría se deberán eliminar las barreras culturales e idiomáticas, ya que se trata de personas con un conocimiento profundo de la idiosincrasia del cliente, pudiendo residir incluso en su misma zona geográfica, lo que le permitirá expresarse con un mayor conocimiento y, en consecuencia, ofrecer un valor añadido a la empresa en términos de fidelización y complicidad con los clientes.
Asistimos, por lo tanto, a una nueva etapa en nuestra actividad que vendrá a reafirmar su madurez y versatilidad a la hora de abordar nuevas tendencias. G
(*) Raquel Serradilla es directora general de Altitude Software.