Más que medio, el móvil es una joya vistosa, de gran lujo, predispuesta a la interactividad por excelencia y, además, con un bajo coste. El marketing puede entrar a saco: incrementa la imagen de marca y las ventas, dirige al usuario a los puntos de venta, genera el test de producto, fideliza al cliente, realiza campañas de comunicación directa, etcétera, lo que ustedes quieran.
No es para menos. El móvil está mimado por el consumidor que no puede pasar sin él. Ya no se entiende la vida sin un celular pegado a la oreja. Se te olvidará la cartera, los donuts, el dinero o la corbata, pero no el móvil que día y noche vigila a su dueño. La movidependencia está a la orden del día. En España hay 44,3 millones de líneas para una población de 44,1 millones de personas. Es una cifra escalofriante. Moviestar y Vodafone ya están en la pomada, cada cual con sus clientes y Coca-Cola en las dos operadoras. En Europa, se calcula que para el año 2011 la inversión publicitaria en Marketing Móvil será del orden de los 2446 millones de euros.
Vistas las cosas desde otro ángulo, desde el usuario, el uso indebido, el abuso, de este nuevo medio puede acarrear un rechazo de mucho cuidado. Un medio de comunicación puede ser en sí muy eficaz, pero hartamente inoportuno, molesto, desagradable e intrusivo, especialmente el móvil.
Un medio mal utilizado puede labrarse su propia destrucción. Espero que esto no suceda, porque habremos matado una valiosa herramienta del marketing.
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