Esta pintoresca comunidad que formamos los creativos españoles llevaba tiempo sintiéndose un poco huérfana. Echábamos de menos celebrar nuestra propia fiesta.
Cierto es que el Día C, que llevamos once años celebrando, había sido siempre nuestro encuentro anual. En él nos citábamos, nos veíamos, aprendíamos de ponentes de extraordinario nivel y dábamos forma a un libro que contenía aquellas piezas e ideas que merecían ser indultadas del olvido y pasar a formar parte de nuestra memoria colectiva.
Sin embargo, los creativos somos gente ambiciosa y difícil de contentar. Queríamos más.
Queríamos competir entre nosotros. Queríamos medirnos entre iguales. Queríamos deslumbrar y decir “mira qué he sido capaz de hacer con las mismas herramientas que tú”.
Queríamos sentir la punzada de la envidia cuando es otro quien ha sido más brillante. Queríamos jugar. Como nos había acostumbrado a jugar nuestro viejo festival de San Sebastián.
Y es que éste nos había malcriado.
San Sebastián nos enseñó a hacer nuestras las calles. A ser bien recibidos allá donde fuéramos. Nos hizo sentirnos importantes, queridos. ¿Cómo podía ser de otra manera, si era nuestra ciudad?
Nuestros colegas de profesión, los mismos a los que deseábamos derrotar con todas nuestras fuerzas, se convertían en nuestros vecinos, casi parientes, cuando nos encontrábamos por esas calles húmedas. Un abrazo, cuándo has llegado, un vino, apúntate a comer con nosotros. Un grato ritual que nos hermanaba.
Sin embargo, un día, sin saber cómo, como cuando se acaba la infancia, nos vimos lejos de allí. Y lo que es peor, supimos que esos días nunca volverían.
Entonces nos sentimos huérfanos. Arrancados de nuestro pequeño mundo de caras familiares, de rutinas repetidas, de las euforias y decepciones que nos hicieron como somos.
Por eso digo que aquello fue un regalo. No se anuncia todos los días que volvemos a casa.
Será en Pamplona. Será el Día C. Será nuestra fiesta. Organizada por nosotros, para nosotros.
Tendremos conferencias y talleres impartidos por ponentes que llegan de Río de Janeiro, Londres, Bogotá, Nueva York y Tokio. Tendremos la exposición de nuestros mejores trabajos.
Tendremos intriga. Nadie conocerá los premios hasta el día de la gala.
Tendremos pitos y tendremos palmas. Como está mandado. Tendremos nuevos talentos. Tendremos tiempo de encontrarnos y ocasión de celebrarlo. Tendremos una ciudad entregada y acogedora.
Tendremos resaca, sí. Y tendremos ganas de regresar.
Y es que sospecho que cdec, en realidad, debe significar c de casa.
(*) Carlos Holemans es presidente del Club de Creativos.