La industria automotriz está atravesando su mayor transformación desde la llegada del coche eléctrico. Pero esta vez no se trata de tecnología, sino de un cambio mucho más profundo: cómo las marcas se conectan, conversan y generan sentido para las personas.
En un mundo social-first, donde todo el journey del consumidor —del descubrimiento y la inspiración hasta la comparación y la compra— ocurre en las redes, las plataformas no son un canal más, sino el espacio principal donde se detectan tendencias, se forma la opinión, se construye la preferencia, y se desarrollan vínculos entre marcas y usuarios.
De hecho, según datos de Sprinklr, el 90% de los consumidores consulta redes sociales antes de comprar su próximo coche. Sin embargo, un estudio de SAMY muestra que el 73% de las automotrices gestiona de forma deficiente sus comunidades, perdiendo relevancia justo en el espacio que más influye la decisión de compra.
Para Arturo Benlloch, director creativo ejecutivo de SAMY, el desafío va mucho más allá de “estar presentes” en redes. “La demanda del consumidor es clara. Nadie necesita más contenido, más ruido ni más estímulos. Lo que esperan de una marca es que les aporte algo: una idea, una emoción, un punto de vista. Así, la creatividad gana más protagonismo que nunca. Cambia de rol. Se convierte en la herramienta que permite traducir una marca o un producto en cultura, haciéndolos relevantes en la vida de las personas”, explica.
Esto implica un cambio de paradigma: la creatividad deja de ser un acto final (una campaña, un anuncio, un spot) para convertirse en la base estratégica de cómo una marca piensa, actúa y se expresa en tiempo real. Es creatividad que vive en formatos nativos, que entiende los códigos de cada comunidad, que se nutre del comportamiento de los usuarios y lo retroalimenta. Para la industria de la automoción, la creatividad es lo que convierte un sector complejo, técnico y altamente competitivo en algo cercano, inspirador y capaz de crear una conexión emocional.
Pero para el creativo de SAMY, para ser relevante, la creatividad debe siempre tener un sustrato común: coherencia. “La relevancia cultural surge cuando las marcas dejan de intentar parecer auténticas y simplemente actúan con coherencia. No se logra copiando tendencias ni replicando códigos, sucede cuando la marca empieza a comportarse con emoción y propósito real”, dice.
“En la era social-first, las historias más poderosas no son las que muestran caballos de fuerza, sino las que exploran valores como la sostenibilidad, la innovación o la libertad desde una mirada humana. Las marcas más exitosas ya están construyendo comunidades digitales que trascienden el producto y convierten la movilidad en una forma de identidad cultural”, reflexiona Benlloch.
A partir del trabajo con diversas marcas del sector, SAMY identifica cuatro roles clave de la creatividad en la nueva comunicación automotriz:
- Traducir tecnología en emoción: cuando todos ofrecen autonomía, conectividad o seguridad, la diferencia está en cómo se cuenta la experiencia.
- Ser la llave del vínculo: una idea bien ejecutada convierte un contenido en interacción y una interacción en comunidad.
- Transformar datos en significado: la creatividad ayuda a interpretar señales culturales, conversaciones y comportamientos para traducirlos en decisiones de marca más humanas.
- Conectar performance con propósito: la creatividad da coherencia entre lo que la marca vende y lo que la sociedad espera de ella.
Porque en un mundo donde todos pueden producir contenido, lo que realmente diferencia a una marca no es la cantidad de mensajes que emite, sino su capacidad para generar impacto cultural. Y eso, en definitiva, es creatividad en movimiento.