Las ‘fake news’ sobre alimentación viajan más rápido que las noticias veraces

Entre los casos figuran las fresas de Marruecos (2024), el panga (2016-2017), que desapareció de los lineales tras campañas virales sobre su producción; y el aceite de palma.

El estudio alerta, además, del papel creciente de los influencers y de la IA en la propagación de bulos.

La desinformación en torno a la alimentación ha pasado de ser un fenómeno digital a convertirse en una amenaza real para consumidores, empresas y salud pública, según el informe Salud, alimentación y fake news”, elaborado por LLYC en colaboración con Newtral.

Tres de cada 10 bulos versan sobre alimentación y circulan siete veces más rápido que
las noticias veraces documenta  un estudio en el que se detecta cómo determinadas narrativas virales han llegado a alterar hábitos de compra, generar crisis comerciales y provocar respuestas regulatorias en España.

El informe señala que la conversación pública sobre nutrición y salud “nunca había estado tan expuesta a la desinformación”, según apunta Fernando Moraleda, director de la Oficina Alimentaria de LLYC. “Las redes sociales han amplificado la velocidad y el alcance de mensajes emocionales que confunden al consumidor y erosionan la confianza en la industria. Afrontar este riesgo exige desmentidos rápidos y creíbles, mayor coordinación con los medios y campañas educativas que refuercen la evidencia científica”, destacó.

Durante la presentación del informe, el ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas, subrayó la necesidad de tratar estos temas “con rigor y pedagogía”, recordando cómo el aceite de oliva pasó de tener “mala prensa en los años 70 y 80” a convertirse en un referente de salud. Planas advirtió que la desinformación, pese a su riesgo, “puede ser una oportunidad si se aprovecha para explicar de forma sencilla cuestiones que interesan al ciudadano”.

Entre los casos  que analiza el documento figuran las fresas de Marruecos (2024), cuya alerta sanitaria derivó en una crisis de reputación; el panga (2016-2017), que desapareció de los lineales tras campañas virales sobre su producción; y el aceite de palma, convertido en símbolo de rechazo ético y medioambiental que obligó a reformular numerosos productos.

El estudio alerta, además, del papel creciente de los influencers y de la IA en la propagación de bulos. Mientras los primeros “democratizan la información pero también multiplican los mitos”, la IA “permite crear desinformación más sofisticada, aunque también puede ser clave para detectar y trazar su origen”.

Para combatir esta ola de desinformación, LLYC propone una metodología en tres fases: anticipar las narrativas mediante sistemas de monitorización con IA, responder con mensajes basados en evidencia y portavoces creíbles, y recuperar la confianza con campañas de reconstrucción reputacional y educación alimentaria.

El informe concluye con una advertencia y una oportunidad: “El objetivo no es solo resistir los bulos, sino aprender de ellos. La resiliencia permite soportar una crisis; la antifragilidad convierte esa crisis en una oportunidad para fortalecer la confianza y liderar el sector.”