Seguí contactando con más amigos y familiares para hacerles participes de mi buena suerte y apenas conseguí algo de atención. Nadie le conocía, pero además cuando les describía su enorme currículum en el mundo de la publicidad, no parecía interesarles mucho. “¿Pero hace anuncios?”, “¿Tiene mucho dinero?”, “¿De veras es sir?”. Esta última pregunta me la repitieron varias personas… En definitiva, era un completo desconocido y, además, todas mis explicaciones detalladas sobre su enorme influencia en el día a día de la publicidad mundial apenas les supuso mayor interés.
Pero yo sí sabía quien era Martin Sorrell. Convirtió una empresa fabricante de productos de plástico en el mayor grupo de empresas de publicidad del mundo, WPP, al que pertenecen la mayoría de las agencias en las que trabajan mis compañeros de carrera, desde Ogilvy hasta Grey pasando por Tapsa o Mindshare; más de 150.000 empleados en 107 países… El más grande.
Y llegó el día. A las 12.00 de la mañana, puntual como buen londinense, antes de subir a la mesa donde se disponía a conversar con nosotros, anduvo saludando al grupo, momento que aproveché para darle un breve y nervioso apretón de manos. En cuanto empezó la charla, los números, los porcentajes y las alianzas empresariales se hicieron protagonistas principales de la conversación. Sabiendo su condición de businessman no dudé en no darle importancia a tan convencional inicio, pero, poco a poco, comencé a impacientarme porque apenas recibíamos algo que no fuesen cifras. Tampoco mis compañeros elevaron mucho el listón de la conversación. Hubo varios que le preguntaron por su reciente divorcio, que le había costado más de 30 millones de euros (de nuevo volvimos a las cifras), mientras otros le recordaban sonriendo su nueva pareja italiana 30 años menor que él (y otra vez las dichosas cifras).
En treinta minutos, apenas habíamos avanzado en hacia dónde va el negocio de la publicidad de la próxima década, como van a consolidarse los medios offline y online en el futuro, o si el mundo de la publicidad seguiría siendo una fuente de creación de empleo en los países occidentales orientados al sector servicios. Sorrell continuó alternando los resultados económicos del último trimestre de su emporio con su visión del beneficio de las redes sociales más importantes. Ingresos, contratos, cuentas globales, beneficios, acciones… Mientras, yo miraba el reloj cada vez más preocupado ante la evidencia de mi error en considerar a Sorrell como un oráculo del mundo de la publicidad, cuando lo que era evidentemente era un hombre de negocios que trabajaba en el sector de la publicidad. Lo que comenzó como una conferencia con uno de lo profesionales que más admiraba de mi profesión se convirtió en una charla iniciática de poco más de una hora en la que comprendí la visión absolutamente naif que tenía del mundo de la publicidad. La comunicación y la creatividad, en definitiva, la parte mas humana y fascinante de esta profesión, parece haber sido engullida completamente por la parte más pragmática y financiera, que dicta fríamente los siguientes pasos a seguir en la estrategia futura del sector de modo irremediable. Los copies en una libreta o las propuestas del departamento de arte han pasado de ser protagonistas a una mera excusa para poner en marcha un complejísimo engranaje cuyo único interés es un desmedido afán de lucro. Y cuanto antes entendamos esto todos los que trabajamos en el sector, antes comprenderemos nuestro propio futuro en él.
Gracias, mister Sorrell.
(*) Jose G. Pertierra, director de arte de Clicknaranja.