Esta caja naranja mágica me mostraba día sí y día también un mundo de fantasía que, para mis ojos infantiles llenos de vida era pura maravilla. Películas de indios y vaqueros, dibujos animados, programas, series, anuncios… enseguida me cautivó la Grundig naranja y todo aquello que me mostraba, atrapándome hasta la fecha.
Poco, muy poco queda de aquella televisión en mayúsculas. El contenido, el motor de la televisión hace décadas que bajó el listón dando paso a una sucesión en cascada de programas basura carentes de moral, que empobrecen el intelecto y los valores de los televidentes.
Hoy contamos con televisiones con tecnología 8k y aprendizaje con inteligencia artificial que proporciona imágenes hiperrealistas, que crean una experiencia de visualización increíble con una altísima nitidez para poder ver como se faltan al respeto y muestran sus más íntimas bajezas la fauna de personajes que en ella habita.
Una televisión que inocula un silencioso veneno en la mente y corazón de una sociedad inculta, embrutecida, que alimenta los instintos más primarios de una audiencia voyeurs deseosa de devorar la carnaza del último diablo de pacotilla de turno.
Una televisión que genera odiadores profesionales expertos en vomitar en las redes sociales. Y es que la televisión ahora ya no se ve con el mando a distancia en la mano, sino con el teléfono para poder calumniar o elogiar desde el fanatismo.
Estos días hemos asistido a un nuevo escándalo de lo que se denomina en televisión un programa blanco. Me refiero al mal llamado concurso de habilidades culinarias MasterChef, ya que en realidad desde hace varias ediciones se ha convertido en un auténtico reality show.
Lo acontecido con Patricia Conde es un verdadero esperpento de inicio a fin. Es incomprensible que la televisión pública acepte la contratación como participante para uno de sus programas, a una persona que año tras año aparece en la lista de contribuyentes que deben a Hacienda más de 600.000 euros como es el caso de esta señora.
«En la vida se puede ser de todo, hasta una petarda, pero nunca, nunca jamás un chivato»
Por lo que ha trascendido y se ha podido ver en televisión, Patricia Conde no ha recibido el mejor de los tratos por parte de alguno de sus compañeros y por parte de los miembros del jurado. Hay acusaciones cruzadas de juego sucio, de programa guionizado y partidista, de trampas, de sabotajes e incluso manifestaciones de la propia protagonista diciendo después de 20 años como profesional de los medios, que la televisión es mentira.
Sin lugar a dudas, Patricia Conde ha sido valiente al denunciar la trastienda del programa y el inadmisible trato con el que en ocasiones son tratados los concursantes en este reality show. Pero también es innegable que Patricia Conde se ha comportado como una auténtica miserable al acusar a dos compañeros (no da nombres, por lo que su acto es aún más mezquino porque señala y pone la sombra de la duda sobre 7 personas) de estar drogándose todos los días durante las grabaciones del programa.
Años después de cambiar nuestra Grundig super color en la que veía contenido de verdadera calidad, aprendí una lección que jamás he olvidado y que me ha acompañado toda mi vida. Fue en mi segundo internado en el Colegio Alonso Madrigal en Madrid. Había participado en una de tanta gamberrada y el director del colegio me ofreció en presencia de mi padre poder delatar a mis compañeros y evitar mi expulsión. La respuesta de mi padre fue contundente y todo un aprendizaje de vida: “es decir Don Carlos, no se conforma con que mi hijo sea un gamberro, sino que también quiere convertirlo en un chivato”. No me expulsaron, mi padre me sacó de aquel internado y me llevo al Colegio Mayol en Toledo.
En la vida se puede ser de todo, hasta una petarda, pero nunca, nunca jamás un chivato
Confió en que los patrocinadores del mencionado programa recapaciten en la idoneidad o no de continuar sufragando esta fiesta macabra y seguir vinculando sus marcas a un show repleto de irregularidades y escándalos. Así mismo, TVE debería ser más exigente y estar más vigilante con las producciones que compra. Sinceramente, motivos hay de sobra para que no se vuelva a emitir un nuevo episodio más de este esquizofrénico programa.
Texto de José Arribas, director ejecutivo y máximo responsable creativo de Parnaso.