En general, según señala el último Índice de comportamiento del consumidor que MillwardBrown realiza este año, sigue dominando la sensación de que la economía europea flirtea con el abismo y que la española depende de decisiones que escapan a su control y puede verse arrastrada por turbulencias ante las que nada pueden hacer España, su gobierno y su economía.
No obstante, se produce una ligerísima mejora en el indicador de la previsión de la situación de los hogares, que pasa del –1,2 al 0,8. Más claro es el giro en el indicador sobre la evolución del desempleo. El pesimismo dominante se ha transformado en una expectativa positiva, seguramente frágil a medio plazo. Tal y como señalan los expertos de MillwardBrown, se trata de una opinión a contracorriente de la realidad económica y poco comprensible en una opinión pública que se ha comportado con extraordinario realismo a lo lardo de toda la crisis y ha ido viendo sus pasos con una llamativa racionalidad. Así, aumentan el número de los que declaran tener confianza en que la recuperación empiece a notarse en los próximos meses (24,6%).
Los responsables del estudio señalan que este leve cambio de expectativas en sectores reducidos de la opinión pública puede reflejar la opinión de sectores ideologizados para los que la victoria del Partido Popular habría de tener efectos casi mágicos, o de sectores en situaciones muy precarias que necesitan agarrarse a cualquier esperanza de cambio en lo que al desempleo se refiere.
En lo que al consumo estricto se refiere, los ciudadanos se están adaptando. Han asumido la necesidad de controlar gastos, incluso de reducir niveles de vida, pero también se buscan resquicios. Por un lado se mantiene la tónica de controlar los gastos domésticos y de reducir en conceptos como vestido y complementos, pequeñas aficiones, viajes de fin de semana y ocio. Sin embargo se está relajando la tensión en la compra de productos como los teléfonos móviles, agendas electrónicas, videojuegos y otros pequeños gastos.