Lexxel, Zyban, Xigris o Qvar son algunas de las muestras de este nuevo tipo de denominaciones.
La explicación es que dicho sector ha evolucionado hasta unas cotas de saturación sin precedentes. El número de nuevos fármacos no ha parado de crecer, pero los conceptos a transmitir siguen siendo los mismos de siempre: facilidad de uso, mayor calidad de vida, un determinado modo de acción… Lo que ha acabado por agotar las fuentes de la creatividad, ya de por sí sobreexplotadas. Y todo ello sin tener en cuenta la competencia de los medicamentos sin prescripción y los nutracéuticos y los crecientes impedimentos de los cuerpos regulatorios encargados de sancionar la validez de los nombres.
Parece que el inglés y las lenguas derivadas del latín ya han dado de sí todo lo que podían ofrecer. Por lo que los namers hemos dirigido nuestra mirada hacia las lenguas exóticas para descubrir territorios inexplorados y hallar nueva inspiración y, especialmente, a la creación de nombres a partir del fonosimbolismo, la capacidad de ciertos sonidos para evocar significados y transmitir sensaciones. Eso es precisamente lo que explica que abunden tantos nombres con letras poco habituales como la Z, la X o la Q, ya que las investigaciones han demostrado que dichos sonidos sugieren eficacia, la principal razón de ser de cualquier medicamento.
Ignasi Fontvila es naming creative manager de Branward.